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    Cuando yo era muchacho

    Por Juan T H 

    Hace mucho tiempo, demasiado, tal vez, pero cuando yo era muchacho, era raro ver, en mi barrio, un homosexual o una lesbiana. Sabíamos de uno o dos, si acaso, pero con el correr del tiempo las cosas han cambiado. Y ahora están por doquier, en masa. Ya uno no sabe quién es quién, porque unos y otros se confunden en la oficina, en la fábrica y hasta en los centros de estudios. Es como una moda que se extiende, que un hombre quiera besar o tener sexo con otro hombre, que una mujer quiera hacer lo mismo con otra mujer. Como va la vaina, pronto será por ley, es decir, obligatorio. (Por fortuna estaré muerto para entonces) Si fuera una decisión estrictamente personal, adulta, individual, no me importara en lo absoluto, cada uno hace con su cuerpo lo que prefiera ya siendo adulto, pero no es así. Me preocupa el exhibicionismo del lesbianismo y la homosexualidad, como algo normal y natural, en la radio, la televisión, los periódicos y las redes sociales; el tratar de convencer a los niños y niñas de que deben experimentar, que su sexualidad no debe tener límites. Creo que un ser humano nace hembra o varón, uno con un pene y el otro con una vulva, lo que permite la reproducción, la continuación de la especie humana, que su naturaleza física los define de tan solo verlos. (Cuándo yo era muchacho el mundo era diferente, la vida era diferente, el arte y la cultura formaban parte fundamental del espíritu y de la esencia humana) no es cierto, pero como dicen algunos España, viendo el mundo patas arriba: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. ¡Coño, si! 

    Los haitianos  

    Pero bueno, amigos, ese no es el tema principal de este comentario. La cuestión es que así, como era extraño ver un “pájaro” o una “pájara” en el barrio, también era raro ver a un haitiano. Sabía de su existencia, por el sincretismo cultural, por las enseñanzas en la escuela, pero su presencia no era masiva, como ahora. Ahora los haitianos están, no solo en los bateyes, como antaño, ahora usted los ve en todo el territorio nacional haciendo distintas labores productivas.  Están insertos en todas las actividades productivas, se han vueltos imprescindibles en la agricultura, la construcción, el turismo, etc. Hay labores que los dominicanos no hacen porque ese es “un trabajo de haitianos”. La cosa es que cada vez hay más haitianos en el país. ¿Que cuántos son? No lo sé. No creo que alguien lo sepa. Lo que sí sabemos es que son muchos. Demasiados, diría yo. Tantos que no los puedo contar. Algunos hablan de cifras exorbitantes, de tres, cuatro y hasta cinco millones. No lo sé. Repito, nadie lo sabe, ni el gobierno. Lo que sí sé es que existe una mafia, que la pobreza haitiana se ha convertido en un negocio de malos dominicanos, civiles y militares. Las parturientas haitianas no vienen a los hospitales dominicanos, las traen, por dinero. En los hospitales públicos paren más haitianas que dominicanas, buena parte del presupuesto de Salud Pública del país se invierte en los haitianos; lo mismo está sucediendo en las escuelas públicas y en la universidad. Aclaro, que no estoy en desacuerdo con que los niños haitianos se eduquen en nuestro territorio. Ese es un derecho humano fundamental que va más allá de su condición de extranjeros. El punto central de mi comentario es que poco a poco, lentamente, los haitianos están ocupando el país. No hablo de una invasión, porque no se trata de una ocupación militar, es la pobreza, la miseria la que está empujando todos los días a ocupar el territorio nacional. En las provincias fronterizas hoy día hay más haitianos que dominicanos. Los adultos enferman y mueren, los jóvenes se marchan a las ciudades dejando la zona fronteriza abandonada. Y, el espacio que usted abandona, lo ocupa otro. Lo más grave es que el gobierno se encuentra en una situación muy difícil. La regularización de la población haitiana es prácticamente imposible. La deportación masiva de haitianos es un mito, una mentira, una farsa. No es verdad, me temo que exista otro negocio con los haitianos que deben pagar altas sumas de dinero para no ser deportados o devueltos a su país de origen. Migración saca diez, pero entran cien. Y es así como vamos perdiendo el país. A pesar de todo cuanto le cuestan los haitianos al pueblo dominicano, la mal llamada comunidad internacional nos acusa de racistas, xenófobos, esclavistas, etc. Los Estados Unidos, que se meten donde no los llaman, que intervienen países lejanos, no han resuelto el problema haitiano porque no han querido, porque en ese desértico territorio no hay más que pobreza, miseria y desolación. Si en Haití hubiera petróleo y oro, como en Venezuela, otra fuera la historia. (Cuándo yo era muchacho, hace ya muchos años, había haitianos, pero no tantos. Como van las cosas, pronto, en República Dominicana habrá más haitianos que dominicanos. Entonces sí, la isla será indivisible) 

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