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    Sepa cómo sucedió el asesinato del periodista Orlando Martínez, el 17 de marzo de 1975

    Por Etzel Báez-Torres
    17 de marzo de 1975. Zona oriental de Santo Domingo (hoy Santo Domingo Este). La calle Sabana Larga estaba muy tranquila como siempre. Tres vehículos se habían alineado en horas de la mañana: una camioneta y dos carros Datsun 1200, uno blanco y el otro verde. El oficial Isidoro, acompañado por un conductor y un subalterno, todos vestidos de civil, había llegado al lugar acordado, listo para ejecutar un plan que requería precisión de reloj y sangre fría al punto de congelamiento.
    Isidoro se dirigió a otro oficial: —Debes permanecer en la avenida San Martín, estaciónate en la gasolinera frente al periódico El Nacional, donde trabaja el objetivo, y cuando pase por detrás del Lancia azul del periodista, te lo voy a confirmar.
    Y allí fueron Pou, Mariano, Freddy y Luis Emilio. Estaban como cualquiera que está a la espera del trabajo encomendado por superiores militares y civiles de alto escalón, muy disimuladamente nerviosos con acciones repetitivas y voces entrecortadas al hablar, mientras ingerían ¡-¡un lunes en la mañana!-! y algo de comida para Luis Emilio que por momentos se atoraba y tosía con insistencia, pero seguía atragantándose nerviosamente aquel pan de agua con mortadela y tomate tostados. Por su parte, Freddy salió a mover su camioneta que le trancaba el paso a otro vehículo que le había bocinado.
    —Ahí viene —dijo Freddy señalando un Lancia azul que salía del estacionamiento del periódico El Nacional, conducido por el periodista Orlando Martínez Howley de 30 años.
    Isidoro, desde un vehículo que comenzó a seguirlo, le hace señas con el dedo al grupo que espera. Por supuesto, Orlando iba muy quitao de bulla.
    —Vamos a hacer preso a ese individuo —dijo Pou mientras abordaban rápidamente el Datsun blanco y seguido advirtió: Oigan bien, tengan muchísimo cuidado que el objetivo anda armado.
    La tensión subió de golpe. El Lancia era seguido desde la calle San Martín, luego por la Ortega y Gasset, y más luego tomaron la avenida Tiradentes. Al llegar a la calle José Contreras, el semáforo de la intersección dio luz roja. Fue entonces cuando Mariano advirtió: —Está mirando mucho por el retrovisor, Pou. —Claro que se dio cuenta —responde Pou, y con voz cargada de urgencia—: ¡Hay que actuar ya!
    Entonces, como combinado, el Darsun aceleró y chocó levemente al Lancia, lo que hizo que se detuvieran. Pou da la orden: ¡Óiganme bien, lo queremos vivo! ¡Tráiganlo aquí! Mariano y Freddy van al vehículo con armas cortas en las manos.
    Orlando ya tiene un pie fuera del vehículo; al tiempo que levanta la mirada, Mariano y Freddy le apuntan con sus armas. ¡Usted está preso! Grita Mariano.
    Todo ocurrió en segundos en un desenlace brutal. Dos disparos echaron por tierra el plan inicial. Y sucedió como siempre: cuando envías asesinos a un servicio, incluso con límites impuestos, el control se convierte en una ilusión, y las consecuencias son trágicas.

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