Por Fulgencio Severino
Muchas felicidades y muestro anhelo de un mundo mejor.
De la Navidad recuerdo el almuerzo especial, aunque sencillo, que nuestra querida madre preparaba el 24 de diciembre para reunirnos en familia. También recuerdo los regalos para los niños, que aunque no siempre aparecían, hacían de ese día un momento agradable. Es una tradición que vale la pena recordar y mantener viva.
En esa época también recuerdo cómo las familias con carencias económicas encontraban apoyo en las demás familias vecinas, que enviaban comida o intercambiaban platos para que nadie se quedara sin celebrar. Hoy nos encontramos nuevamente con esa realidad: muchas familias no podrán cenar o comer juntas debido a sus condiciones económicas. Por ello, nuestro compromiso debe ser continuar esforzándonos para hacer realidad nuestros deseos de que cada hogar cuente con lo suficiente para satisfacer sus necesidades y celebrar la cena de Navidad.
Nuestra rebeldía contra la injusticia, la inequidad y la desigualdad debe alimentarse con la conciencia de que, en algún lugar, alguien no pudo cenar con su familia debido a su situación económica.
Que nuestra alegría no sea motivo de indiferencia ni debilite nuestro compromiso. Al contrario, que nuestra felicidad sea un impulso para llevar alegría a otros hogares. Que el hecho de cenar y celebrar en familia, de dar regalos a nuestros hijos, hijas, nietos y nietas, se complemente con nuestro sueño de trabajar, hasta nuestro último aliento, por la felicidad de las más de l 3.5 millones de familias dominicanas.
Que la mayor riqueza de nuestra economía deje de ser un botín en manos de una minoría y sirva para que todas las familias tengan lo necesario para vivir dignamente.
Un abrazo, salud y larga vida.
¡Felices fiestas!
