Quito.- Ecuador, alguna vez conocido por su estabilidad y seguridad en América Latina, se ha transformado en un narcoestado en el espacio de cinco años. Este término, utilizado para referirse a naciones donde el crimen organizado corrompe instituciones legítimas, ahora refleja una realidad preocupante para este país. Ecuador, que alguna vez fue próspero y pacífico, ahora está sumido en una violencia sistémica, dominada por la creciente influencia de los cárteles de la droga.
El papel estratégico de Ecuador en el comercio mundial de cocaína ha catalizado esta transformación. Gracias a su proximidad a Colombia, un importante productor de cocaína, y a sus puertos clave, el país se ha convertido en un punto de tránsito clave para los traficantes. Este último, al tomar el control de puertos como Guayaquil, transformó a Ecuador en un centro de tráfico hacia Europa. El aumento de las pandillas ha destruido la reputación de seguridad del país, reemplazada por una explosión en la tasa de homicidios, que se ha sextuplicado en sólo cinco años.
Ecuador ha enfrentado una espiral de violencia en los últimos años, con una tasa de homicidios que ha aumentado significativamente: En 2021, la tasa de homicidios era de 13,7 por cada 100.000 habitantes; En 2022, la tasa de homicidios aumentó a 25,9 por cada 100.000 habitantes; En 2023, la tasa de homicidios alcanzó los 43 por cada 100.000 habitantes, lo que convirtió a Ecuador en uno de los países más violentos de Latinoamérica
En 2019, Ecuador tuvo una tasa de homicidios de 6,7 por 100.000 habitantes, comparable a la de Estados Unidos. Pero en 2023, esa cifra saltó a 45 por 100.000, lo que colocó al país entre los más violentos de la región, superado sólo por Jamaica. Las pandillas, que adoptan métodos brutales inspirados en los cárteles mexicanos, recurren a actos de terror como decapitaciones, ejecuciones públicas y otras atrocidades. En algunos barrios pobres de Guayaquil, los niños incluso han sido mutilados para impedirles colaborar con la policía, una realidad escalofriante que atestigua el arraigo de la violencia.
Esta ola de criminalidad ha paralizado las instituciones públicas y causado estragos en las comunidades. En 2023 se registraron más de 8.000 asesinatos, 5.000 más que en 2021. En enero de 2024, ante esta crisis, el presidente Daniel Noboa declaró el estado de emergencia, movilizando al ejército para intentar restablecer el orden. Se adoptaron medidas drásticas, como el establecimiento de un toque de queda a las 23.00 horas y la clasificación de 22 bandas como “organizaciones terroristas”. Esta estrategia recuerda a la de El Salvador en su lucha contra las pandillas. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, los grupos criminales ecuatorianos continúan luchando por el control, alimentando una violencia cada vez más sangrienta.
Ecuador ha experimentado un aumento del 574.30% en el número de homicidios intencio- nales desde 2019. Al final de 2023, el país reporta 8004 muertes violentas, alcanzando una tasa de 47.25 homicidios por cada cien mil habitantes
Según Renato Rivera, director del Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, esta violencia extrema refleja el intento de las pandillas de legitimar su posición dentro de las redes globales. La evidencia muestra que las pandillas ecuatorianas han establecido vínculos con cárteles mexicanos como Sinaloa y Jalisco, así como con mafias europeas. La influencia de estas redes criminales transnacionales también es visible en los sectores económicos del país, donde el plátano, el principal producto de exportación de Ecuador, sirve como medio preferido para el tráfico de cocaína. Las investigaciones han revelado una ruta activa de cocaína entre Guayaquil y Amberes, Bélgica, destacando la importancia de Ecuador en el tráfico mundial de drogas.
El tráfico ilegal de armas también ha desempeñado un papel clave en la escalada de violencia. Un informe del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales establece un vínculo directo entre el aumento de homicidios y el creciente número de armas introducidas de contrabando al país. Las incautaciones de armas y municiones se han disparado en los últimos años, y las prisiones se han convertido en centros de almacenamiento para los traficantes. Más de la mitad de las armas confiscadas procedían de Estados Unidos, lo que ilustra las dimensiones internacionales de esta crisis.
Ecuador también se ha convertido en un destino popular para bandas europeas, particularmente albanesas, que aprovechan las reformas económicas y los acuerdos comerciales para llevar a cabo sus actividades ilícitas. Estos grupos utilizan empresas bananeras y camaroneras locales para ocultar cocaína destinada al mercado europeo, beneficiándose de reducciones arancelarias en las exportaciones a la Unión Europea.
El descenso de Ecuador a los infiernos ilustra las vulnerabilidades de las naciones que enfrentan el crimen organizado transnacional. La convergencia de factores geográficos, debilidades institucionales y alianzas criminales globales ha transformado a este país en un trágico caso de estudio para América Latina. Mientras el Presidente Noboa intenta navegar esta crisis sin precedentes, el desafío es enorme: restaurar no sólo la seguridad, sino también la soberanía de Ecuador frente a la creciente influencia de los cárteles.