Por Fidel Soto
Valiente hasta el más valiente.
Firme hasta el más firme.
Sin Tregua ni pausa cruzó el puente de la osadía.
Marino de Fragata, mecánico de alta mar, «soldado del pueblo, militar de la libertad» y comandante en la guerra de abril.
Conspirador en la Era, sin ruido ni simulación.
Resistente tenaz, frente a los remanentes del SIM, y las huestes de Balá.
Sin vacilación jamás, ni retirada claudicante, avanzó de frente en desafío brutal.
Siguió a la Raza Inmortal, a través de Minerva y Manolo. Abrazó el verde y negro del Catorce de junio.
Desde la «Infraestructura» urbana, apoyó la insurrección de noviembre con acciones de respuestas al terror oficial.
Con Miguel Soto, desde Foupsa y todos los sindicatos, hizo la resistencia al Triunvirato.
Siguió en componenda por el retorno de Bosch, y la Constitución del 63.
Desde el «Buró Militar» del 14 de junio, participó en lucha sin cuartel contra el gobierno defacto.
Clemen y Oscar Santana, de lleno estuvieron en la subrepticia conspiración militar del grupo Enriquillo, del coronel Fernández Domínguez.
No cuestionaron, no dudaron, porque su instinto, no le falló y confiaron en Soto e Isidro Santana, quienes actuaban con Peña, bajo la dirección de Juan bosch.
Y llegó el abril glorioso.
En el comando La Javilla, la trinchera que formó, fue columna de fuego.
Con el Cucaracha 20, de Juan Miguel García y Fidel Guzmán, vencieron y desalojaron a los guardias de la fábrica de clavos.
La zona quedó liberada y la revolución triunfante, en todo el país, en auge siguió.
El CEFA, derrotado quedó. Los súbditos del imperio, espantados y llenos de miedos, corrieron a esconderse.
Sus jefes del norte, se apresuraron a salvar a los derrotados. La patria invadieron con cuarenta y dos mil marines, tanques, cañones y aviones.
Un funesto 28, opacó el brillante abril 24, pero el fuego de los fusiles del pueblo, nos iluminó, tras la redención de la Tea incendiaria, como un Santiago restaurador.
El Pentágono, resucitando su frente derrotado, lanzó la «Operación» criminal, de nombre «Limpieza», aplicada en Vietnam.
Allí, en el ensanche La Fé, Villa Juana, Villa Consuelo, Villas Agrícolas y barrios aledaños, la resistencia a una fuerza superior y descomunal; fue tenaz.
Blanco Peña, desde el contén de la calle San Martín, repelió el contingente de grises, durante la «Operación Limpieza».
Interpuso su pecho a la metralla fratricida. El fusil en sus manos tronó con rapidez inaudita.
Se puso ardiente el máuser, por la cadencia de fuego y la repetición constante del cerrojo, pero no lo soltó.
Siguió, cargando la recámara, disparando tiro a tiro con fiereza.
En obligada retirada, sin miedo, los combatientes sobrevivientes pudieron cruzar el cinturón de fuego del Cordón de la Seguridad Oligárquica.
Dejaron del lado norte de la ciudad, un escenario de genocidio atroz, crimen y tortura contra la población.
Ya, en Ciudad Nueva, es el comandante a cargo de la seguridad y protección del Congreso Nacional del gobierno en armas, alojado en el Hotel Comercial.
Un día de junio, Homero lo convocó a San Francisco. En secreto llegó, en misión libertadora. Preso cayó y frente al Paredón exclamó:
«Sepan que van a matar a un hombre que lo único que ha hecho es defender a su patria con honor y que no le temo a la muerte, porque sé que he cumplido con mi deber como hijo del pueblo dominicano. Ustedes mismos son testigos de que los desarmé y no los maltraté ni los maté».
Impactó su discurso, desafiante, sin miedo a la muerte. Un oficial sorprendido, ante tanta valentía, detuvo la ejecución.
Múltiples circunstancias se unieron en salvación de su vida.
En la dictadura balaguerista sufrió torturas y encarcelamiento. Nada lo venció.
Se ha ido el comandante valiente. Se fue de este mundo de lucha, sacrificio y victoria. Pero nos dejó un gran ejemplo : No temer ni abandonar jamás el campo de batalla.