Quince años después de su introducción en la isla por soldados de la ONU, la epidemia de cólera vuelve a amenazar, con una multiplicación de casos en algunos barrios de la capital y en un contexto de violencia perpetrada por bandas armadas. La epidemia del cólera causó la muerte de casi 10.000 haitianos entre 2010 y 2017
Puerto Príncipe, Telesurtv.- Con 132 nuevos casos sospechosos en una semana, el Ministerio de Salud de Haití alerta sobre la propagación del cólera en el departamento Oeste, donde se encuentra la capital, Puerto Príncipe.
Esta epidemia, que causó la muerte de casi 10.000 haitianos entre 2010 y 2017, resurge en un contexto de crisis multidimensional y de desplazamiento forzoso de miles de familias víctimas de la violencia de las bandas armadas.
Ya en abril de este año, un primer aumento significativo de casos, especialmente en los campos de refugiados, había llamado la atención de las autoridades y organizaciones, que lograron intervenir y contener el brote.
Pero el nuevo repunte de la curva desde septiembre dejó entrever que la batalla sería larga. «El número creciente de casos sospechosos, junto con una tasa de positividad superior al 8 %, refleja una circulación activa del vibrio colérico en la comunidad», alerta un informe del ministerio, que desconfía de una «subnotificación de casos» y señala la especial vulnerabilidad de las zonas de «alta densidad urbana y escasas infraestructuras sanitarias».
El cólera es una enfermedad bacteriana que puede ser asintomática o presentar síntomas leves de diarrea y náuseas. Sin embargo, también puede manifestarse de forma más grave y, si no se trata adecuadamente, provocar una deshidratación intensa hasta causar la muerte del paciente. Suele transmitirse por la ingestión de agua o alimentos contaminados. En este sentido, su propagación está directamente relacionada con las condiciones de higiene de la población, el saneamiento básico y el acceso al agua.
El agravante estructural
Un reportaje publicado en abril en la plataforma haitiana Ayibopost denunció la precariedad de los campos de refugiados que acogen a cientos o miles de familias que, a menudo, no tienen otra opción que dormir en el suelo frío, vivir bajo lonas y utilizar baños químicos que carecen de mantenimiento.
«Hay personas que duermen en el suelo con recién nacidos en condiciones de promiscuidad, a veces en salas que sirven de aseos, abarrotadas de bolsas llenas de ropa y otros objetos. También se pueden ver utensilios de cocina e incluso alimentos en los lavabos de los bloques sanitarios de algunos lugares», describieron entonces los periodistas Jean Feguens Regala y Jérôme Wendy Norestyl.
Ante la negligencia del propio Estado, son principalmente las ONG las que trabajan para atender a esta población con agua potable y servicios de prevención sanitaria, muchas veces irregulares e insuficientes.
Para Sergeline Nazulus, enfermera en el único hospital público de Puerto Príncipe que sigue en funcionamiento, existe una relación directa e innegable entre la multiplicación de casos de cólera, la concentración de población y la irresponsabilidad del gobierno. «Se han registrado más casos en los lugares donde la gente vive en condiciones de mayor promiscuidad», analiza, observando los datos.
«Si miramos Petionville [tercer municipio con mayor número de casos], hay mucha basura por las calles, aguas residuales corriendo entre los carros y las personas que caminan… la alcaldía no asume su responsabilidad al respecto. Y eso también contribuye a la propagación de la enfermedad».
No es solo en los campos de refugiados donde la ausencia del Estado conduce a una situación crítica. La mayor parte de la población de Puerto Príncipe no tiene agua corriente en sus hogares. Para el uso diario, necesitan recoger agua de lluvia o comprar agua de camiones cisterna. Del mismo modo, los servicios públicos de gestión de aguas residuales y recolección de basura son casi inexistentes.
Mientras tanto, los servicios hospitalarios viven bajo presión y temen una sobrecarga en los próximos meses. Con el deterioro de la seguridad, varios centros de atención han tenido que cerrar sus puertas. Si bien todavía existen varias clínicas privadas para quienes tienen mejores condiciones económicas, el Hospital Lapè es actualmente el único lugar que ofrece atención gratuita y universal a la población.
La consecuencia de ello es el agotamiento de los trabajadores: «[El hospital] está siempre lleno y desbordado. Porque recibe todos los casos, no solo de cólera, sino cualquier accidente, enfermedad o dolor… cada día aumenta la demanda para los enfermeros y médicos», lamenta Sergeline.
Una tragedia anunciada
Por coincidencia, la epidemia de cólera se introdujo hace exactamente 15 años en Haití, en octubre de 2010. En aquella época, actuaba en el país la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH). Una investigación reveló que fueron cascos azules originarios de Nepal quienes trajeron la bacteria.
El problema es que los residuos sanitarios del campamento militar donde se alojaban eran vertidos en el Artibonite, el río más largo de la isla, donde cientos de comunidades suelen bañarse y recoger agua. Como resultado, más de 800 mil haitianos se contagiaron y casi 10 mil fallecieron. A pesar de las evidencias y denuncias, nunca hubo ningún tipo de compensación o indemnización para las familias de víctimas, ni por parte de la ONU ni de las autoridades haitianas.
Hoy, el mundo está presenciando un nuevo episodio de la misma historia de desatención y abandono de la población haitiana por parte de la comunidad internacional y las élites que están en el poder. «El mismo Estado que no cumplió su papel en ese momento es el principal responsable de esta nueva propagación de la epidemia», resume Sergeline. «O sea, lo que estamos viviendo ahora es solo la consecuencia de su irresponsabilidad.