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    ¿En relación con los haitianos? El discurso del odio construye enemigos, no argumentos

    Por Germán Reyes

    Santo Domingo.- El discurso del odio construye enemigos, no argumentos, dijo el periodista Aníbal de Castro para, aunque solo lo insinúa, referir la campaña de repulsión a los haitianos como política de Estado.

    Para De Castro, director del periódico Diario Libre, se trata además de una «forma de violencia verbal y emocional».

    Nuestra identidad es mezcla, destacó en un artículo  que publica en el medio. «No fuimos hechos de una sola raíz, sino de muchas: taína, africana, europea».

    Opinión del también diplomático, lo que hoy llamamos «lo dominicano» es el resultado de una hibridación profunda, visible en nuestras comidas, nuestros ritmos, nuestras creencias.

    «De pura cepa», un contrasentido

    De Castro refirió el contenido de un eslogan oficial difundido de manera profusa durante la campaña electoral, en el se aludía a la expresión de dominicano «de pura cepa».

    La impermeabilidad cultural es un espejismo, destacó el periodista. Nuestra historia, prosiguió, es la de una porosidad constante, de influencias que llegan, se adaptan y se integran.

    Por eso es un contrasentido hablar de «pureza nacional«, de «dominicano de pura cepa «o de amenazas externas como si fuéramos una isla culturalmente sellada, anotó.

    Irreal todo, dijo De Castro. «Ni el merengue ni el béisbol, ni siquiera el idioma que hablamos, son autóctonos. Y, sin embargo, son profundamente nuestros».

    El odio es importado

    El odio es importado, aprendido, artificial, aseguró el director del periódico Diario Libre. No lo produce el barrio, ni el campo, ni el colmado.

    Ese proceder lo traen algunos con agenda, con micrófono, con toga o con ínfulas. «Pero no nos representa».

    «Aquí, con todo y nuestras heridas, se vive, se ríe, se bebe, se baila y se goza. Porque el odio, sencillamente, no es lo nuestro».

    No en cerrar fronteras morales

    El dominicano, según el razonamiento de De Castro, no cree en cerrar fronteras morales.

    Además, en este país, donde la pobreza y la desigualdad han sido el pan de cada día, el dominicano no suele culpar al más pudiente, dice el articulista.

    En la continuidad de la descripción del dominicano, el periodista y diplomático le atribuye el aspirar a mejorar, «no a excluir».

    No tolera a los fanáticos

    Así, el dominicano cree en «echar pa´lante», no en cerrar fronteras morales. «Ha tolerado, con una mezcla de paciencia y picardía, los abusos del poder; pero no tolera bien a los fanáticos».

     

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