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    Los fuertes, testimonios de la revolución por la que Haití aún paga su osadía de ser un país de negros libres

    Por Anelí Ruiz García
    Puerto Príncipe, 20 dic (Prensa Latina) Flanqueados por las montañas de Kenscoff, a unos 1300 metros sobre el nivel del mar, sobreviven los restos de las fortificaciones Fort Jacques y Fort Alexandre, que custodiaron Puerto Príncipe, tras la revolución de 1804.
    Los fuertes coloniales formaban parte de un improvisado sistema defensivo del emperador Jean Jacques Dessalines para evitar el regreso de los franceses luego de la independencia de la parte occidental de la isla La Española.
    Las obras se edificaron bajo el mando de Alexandre Petión, primer presidente republicano de Haití en 1807, con el propósito de asegurar las zonas oeste y sureste del país.

    Pese al desgaste y los severos daños causados por el terremoto de 2010, cada año miles de lugareños y algunos turistas peregrinan hasta la zona, en especial el 17 de octubre y el 18 de noviembre, dos fechas simbólicas para la libertad de Haití

    Separados por unos 800 metros de distancia, las estructuras construidas en arcilla local y piedra, se conectaban por un estrecho túnel subterráneo.
    Permitían controlar áreas circundantes como Plain du Cul de Sac, Croix des Bouquets y Parisian Fund, y establecer comunicaciones con el fuerte Drouet, ubicado frente a la cadena de Matheux en Arcahaie. Ya en el norte estaba en planes la construcción de La Citadelle (La Ciudadela), patrimonio de la humanidad desde 1982.

    Fort Jacques, una de las fortalezas construidas en el siglo XIX. por Alexandre Pétion

    En sus predios era visible la ciudad de Puerto Príncipe, la bahía y el lago Azuei o Étang Saumátre, el más grande del país, situado a casi 30 kilómetros de la capital.
    Mientras el Fort Jacques, que recibió el nombre en homenaje a Dessalines, se completó en dos años, los trabajos del Fort Alexandre quedaron inconclusos hasta hoy.
    En 1995, el sitio de unos 90 000 metros cuadrados fue calificado de patrimonio nacional y es uno de los monumentos más visitados de Haití, aunque muestra un marcado deterioro, sin estructura administrativa o plan de protección.
    Pese al desgaste y los severos daños causados por el terremoto de 2010, cada año miles de lugareños y algunos turistas peregrinan hasta la zona, en especial el 17 de octubre y el 18 de noviembre, dos fechas simbólicas para la libertad de Haití.
    Sus ruinas son el testimonio viviente de una pujante revolución que fue ejemplo para el continente y cuyo pueblo aún paga la osadía de ser negros libres.

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