Por Ruddy Germán Pérez
Santo Domingo.- Murió Loló Jean Pierre, el octogenario obrero haitiano con quien conversaba frecuentemente sobre los inmigrantes que llegaron al país para trabajar en la industria azucarera como mi abuelo Paul Phillipe.
Lo hallaron muerto debajo del elevado que va a Villa, Mella, en la avenida Máximo Gómez, frente a la desaparecida fábrica cemento donde hoy existe un garaje de Caribe Tours. Estaba tieso arropado con un enorme plástico, sobre un colchón de gruesos cartones arrojados a la calle por los nuevos comerciantes chinos de la avenida Nicolás de Ovando.
Murió Loló Jean Pierre y ya no oiré más anécdotas sobre «Mala Fe» y «Alegría» los dos bueyes que lo acompañaron en los bateyes de Villa Altagracia, cuando estuvo en el ingenio Catarey, en otros ingenios de San Pedro de Macorís y Boca Chica, donde tuvo su mejor estadía.
Loló aseguraba que el mejor administrador de ingenios que vio en su vida fue «Manolín (el ingeniero Víctor Manuel Báez) el padre de Tania Báez, de quien siempre repetía «Manolín hombre bueno, nunca maltratá haitiano».
Loló Jean Pierre ya no será atormentado por el recuerdo de su negra y sus tres hijos, los cuales dejó en Haití y a los que les mandaba dinero cuando arribó a la República Dominicana en 1967, junto a otros diez mil haitianos para trabajar en el corte y tiro de la caña. Nunca recibió una pensión ni compensación por sus duros años de cortador de caña, y luego de carretero.
Loló Jean Pierre recordaba cuando llegó con «una remúa» en una maletica de cartón, con la cual fue alojado en una barraca donde tenía una cama de bastidor de alambres, una colchoneta gris, un abanico de mesa y una vacinilla esmaltada que se descacaraba si caía al suelo.
También recordaba los 20 pesos que le fueron entregados por el mayoral a todos los haitianos que no eran «amba fille» sino, traídos legalmente por el consejo Estatal del Azúcar por orden de Balaguer.
Murió Loló Jean Pierre y ya no tendrá a nadie que me espere los domingos frente a Plaza Lama, para ver que le había llevado a este querido bracero haitiano que miraba a los demás a la cara como si estuviera buceando en los ojos de los demás.
Descansa en paz Loló Jean Puierre, siempre te recordaré como un haitiano ejemplar, que nunca se quejó por el maltrato y las injusticias que soportó para que miles de personas en el país y todo el Mundo disfrutaran del dulce sabor del azúcar dominicana elaborada con sangre, sudor y lágrimas por tantos extranjeros como tú.
