Por Germán Reyes
Santo Domingo.- Los haitianos, dondequiera que estén celebran su independencia a solas, en familia o con amigos, con orgullo, con una sopa de auyama.
El 1 de enero de 1804, Haití se convirtió en independiente, poniendo fin a la esclavitud. Esta pequeña isla caribeña se convirtió entonces en la primera república negra libre de la historia moderna. También la primera en el hemisferio Occidental.

Antes la sopa de auyama fue un plato exquisito de los blancos, prohibido a la mayoría negra. Por tanto, ingerirla hoy es un acto de venganza, de orgullo por la emancipación, una de las maneras escogidas para la celebración de la efemérides.

La tradición continúa hoy en Haití y su diáspora, con festividades que a menudo comienzan con una reunión la noche anterior y continúan con otra celebración el 2 de enero, conocida como Día de los Ancestros (Jour des Aïeux en francés, y Jou Zansèt Yo, en Criollo), en honor a revolucionarios haitianos como Jean-Jacques Dessalines, Toussaint L’Ouverture y Henri Christophe.
Edouard Saint Jean, director de la Pastoral Haitiana de la Arquidiócesis de Santo Domingo, invita cada año a una misa en la parroquia Santo Cura de Ars, en la avenida Duarte esquina Nicolás de Ovando, en el Distrito Nacional. Al final de la ceremonia los religiosos degustan con agrado y orgullo, la sabrosa sopa de auyama.
De igual manera proceden muchas de las distintas denominaciones religiosas, igual que individuos a solas, en familias o con amigos.
“No se puede hablar de Haití sin hablar de la sopa de auyama, símbolo de libertad, pero también de esperanza. Para mí, este plato representa la posibilidad de un futuro mejor», dijo en Montreal la carismática Marie-Aliette Forges.
La señora Forges es purista. Se apega a la receta clásica heredada de su madre, que incluye carne de res, apio, zanahorias y pasta. La sopa se puede adornar con papas o plátanos, según la región.
Jean Simon, de 42 años, que creció en el área de Cité Simone (ahora Cité Soleil) de Puerto Príncipe, no puede recordar un año nuevo que haya pasado sin que comiera sopa de auyama. Hace tres años, estuvo a punto de saltarse la tradición porque estaba trabajando en un ajetreado turno como sous-chef (asistente del chef ejecutivo) en el Hard Rock Cafe en Times Square, New York, hasta que un primo le dejó un cuenco en el restaurante.
“Mi primo me dijo, ‘¡¿No comiste sopa?!’”, dijo con una sonrisa.