París, La Nación.- Se lo conocía como “el profesor” o “el destructor”. Lideró, entre otros, la masacre de los yazidíes, una minoría de habla kurda. Amir Mohamed Said Abd al-Rahman al-Mawla, un jihadista con múltiples alias -como “el Emir” Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi- fue asesinado durante una operación llevada a cabo por las fuerzas especiales estadounidenses en la provincia siria de Idlib, según anunció hoy el presidente Joe Biden.
“La pasada noche y bajo mis órdenes, las fuerzas militares de Estados Unidos en el noroeste de Siria llevaron a cabo de forma exitosa una operación antiterrorista para proteger al pueblo estadounidense y a nuestros aliados y hacer del mundo un lugar más seguro”, manifestó el mandatario.

Según dijo a Reuters un alto funcionario del Gobierno estadounidense, al-Qurayshi activó una bomba que lo mató a él y a miembros de su familia, incluidos mujeres y niños.
“El destructor”
A pesar de la escasez de información disponible y confirmada sobre al-Qurayshi, “el destructor” fue una figura destacada entre los grupos jihadistas iraquíes durante las últimas dos décadas, que ha ido ascendiendo de forma constante en la jerarquía de seguridad y religiosa dentro del grupo Estado Islámico.
En octubre de 2019 fue nombrado líder de ISIS, aunque los servicios secretos iraquíes y estadounidenses necesitaron varios meses para identificar al último “califa de los musulmanes”, que sufría de un importante déficit de notoriedad. Sucedió a Abu Bakr al-Baghdadi, también muerto en una redada estadounidense ese año.
Al-Qurayshi nació en Turkmenistán, probablemente en 1976. Su origen étnico –en una organización cuyos líderes eran anteriormente todos árabes– llevó a la ONU a pensar que se trataba de un nombramiento “temporal” hasta que la organización encuentre un “emir más legítimo”.
Pero el 24 de marzo pasado, el departamento de Estado norteamericano reconoció oficialmente a Al-Qurayshi como nuevo líder de ISIS y lo añadió a la lista de los terroristas más buscados.
Según el think-tank Counter Extremism Project (CEP), este exoficial del ejército de Saddam Hussein, graduado de la Universidad de Ciencias Islámicas de Mosul, se incorporó a las filas de Al-Qaeda tras la invasión estadounidense de Irak y la captura de Hussein en 2003.
“Ascendió rápidamente”
Fue encarcelado en 2004 en la prisión estadounidense de Bucca, considerada como el caldo de cultivo del jihadismo en el Levante, donde conoció a Al-Baghdadi.
Liberado por razones desconocidas, permaneció junto a Al-Baghdadi, que en 2010 tomó el control de la rama iraquí de Al-Qaeda antes de crear el grupo Estado Islámico en Irak y Siria.
Según CEP, “al-Qurayshi ascendió rápidamente a las altas esferas de la insurgencia” y adquirió una reputación de hombre brutal, en particular por la eliminación de los oponentes del emir dentro del EI.
En su ciudad natal de Tal Afar, a 70 kilómetros de Mosul, proliferaron los talleres de explosivos y los proyectos de atentados.
“Además de sus responsabilidades en ese terrorismo de masas, ‘Abu Omar el turcomano’ desempeñaba un papel importante en la campaña jihadista para liquidar a la minoría yazidí mediante masacres, expulsión y esclavitud sexual”, subrayó Jean-Pierre Filiu, profesor de Sciences-Po Paris y especialista en jihadismo.
Su última misión consistió en devolver el vigor a un grupo ciertamente debilitado en comparación con su “edad de oro” (2014-2019), pero que se benefició del comienzo de la retirada estadounidense de la región y de la energía desplegada por el aparato estatal para luchar contra la pandemia.
Hisham al-Hashimi, uno de los principales expertos de EI, asesinado a tiros en Bagdad en 2020, estimó los ingresos del grupo extremista en Irak en 7 millones de dólares al mes, entre inversiones y diversos impuestos.
“A pesar de sus graves pérdidas de territorio y personal, [EI] sigue siendo financieramente solvente, creativo, mortífero”, señaló Abdullah Al-Ghadhawi, analista y periodista sirio, citado en una nota del Center for global policy (CGP).