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    Presidentes títeres y potencial dictadura

    Por Blas Minaya Nolasco

    En los regímenes políticos absolutistas, el poder recae en una sola persona, la cual suele carecer de límites para irrespetar el orden legal establecido y procurar imponer su voluntad, bien sea de manera personal; gobernando el mismo, o en aquellos casos en que le conviene disimular, ejercer el poder por medio de seguidores incondicionales o funcionarios leales, a los cuales han beneficiado y corrompido con anterioridad y a quienes presentan como candidatos con sangre nueva para pretender convertirlos, consecuentemente, en presidentes títeres.

    A esos delfines políticos; lideres repentinos, en base al dinero y al gasto promocional excesivo, se les crea una imagen de poder y de carisma para lograr un apoyo indirecto, que por la forma misma de asumirlos, constituye una muestra contundente de las non sanctas intenciones perseguidas y del desprecio que se tiene por el electorado, lo que constituye una elemental burla a la democracia.

    La descomunal parafernalia, unida a los afanes reeleccionistas; Las ambiciones desmedidas; El manejo personalizado de los asuntos de Estado; La concentración de poderes en torno al presidente de turno; Las acciones dirigidas y las fallidas pretensiones de modificar la constitución de la República para acomodarla a conveniencias pasajeras, ponen de manifiesto el irrespeto cuasi absoluto por las instituciones.

    El poco desarrollo político y el inexistente compromiso patrio que tienen algunos líderes dominicanos, cuyas fuerzas sociales las construyen sobre la base de un enorme, creciente y endeudado presupuesto nacional o mediante el censurable y desmedido uso de los fondos públicos, constituye una amenaza constante de convertirlos en actores directos de una potencial dictadura, similar a la vivida en el siglo pasado y cuya reaparición no debe permitirse en la República Dominicana.

    Cuando se pone el interés particular por encima de las sanas aspiraciones de la generalidad; Cuando la juventud pierde las esperanzas y quiere abandonar su patria; Cuando no hay empleos dignos; Cuando la delincuencia y la inseguridad ciudadanas se adueñan de las calles; Cuando las autoridades cometen abusos y atropellos; Cuando la frontera es una ficción y un medio idóneo para hacer negocios en desmedro de la soberanía; Cuando se desintegran los órganos partidarios; Cuando se desmotiva a los buenos y se premia a los malos y se procura que los siempre fieles miembros y simpatizantes del partido de gobierno se sientan indignados y traicionados; Cuando se violentan acuerdos y convenios previamente celebrados o se es capaz de irrespetar la propia palabra empeñada; Cuando se le miente al país; Cuando muchos funcionarios carecen de coherencia ideológica, política y personal, y suelen exponen públicamente sus deseos continuistas; nos damos cuenta, que en torno al deteriorado sistema democrático vigente, se ha estado creando, con intenciones oscuras, un ambiente propicio para imponer poco a poco, una inminente dictadura.

    Durante la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo (1930-1961), producto del apoyo estatal, se eligieron, en supuestas elecciones generales, cuatro presidentes. títeres, a saber: Jacinto Bienvenido Peynado (1938-1940); Manuel De Jesús Troncoso (1940-1942); Héctor Bienvenido Trujillo (1952-1960) y Joaquín Balaguer (1960-1962), esos funcionarios estatales, excepto Negro Trujillo, eran verdaderos intelectuales; hombres exitosos, con grandes dotes humanas, personales, profesionales, familiares, económicas y sociales, pero a nadie se le puede ocurrir pensar que en verdad eran independientes o que ejercían adecuadamente y de manera correcta, las funciones públicas delegadas. sino que los mismos eran simples mandatarios al servicio exclusivo de los caprichos del jefe, el cual irrespetó cobardemente la constitución política del Estado Dominicano e inobservó los derechos fundamentales de los ciudadanos dominicanos.

    Ningún aspirante a la presidencia cuyo mérito político sea haber creado un pseudo liderazgo al amparo del manejo de parte del presupuesto nacional o haber sido sugerido como alternativa electoral por un caudillo o jefe político en ejercicio presidencial, impedido de modificar arbitrariamente la constitución de la Republica, puede siquiera ser considerado como presidenciable, so pena de que se afecte, significativamente, el Estado social, democrático y de derecho en que se fundamenta la nación dominicana.

    Si por medios incorrectos se le impone al pueblo dominicano un candidato fabricado y patrocinado por el presidente de turno, el próximo paso será la afectación de los derechos fundamentales; la vulneración de la dignidad humana; La supresión absoluta de las libertades públicas; La militarización permanente del Congreso y el uso desmedido de la fuerza pública para acallar o eliminar física o moralmente a todo aquel ciudadano que se atreva a enfrentar las bajas pretensiones de la claque gobernante, la cual procura vulnerar las mas elementales reglas democráticas y con soberbia y prepotencia incluidas, harán todo lo posible para que un candidato títere sacado de sus súbditos, subalternos y serviles funcionarios procure convertirse en presidente.

    Las reglas democráticas deben ser observadas por todos los actores políticos de la República Dominicana, quienes tienen la obligación, gobernantes y gobernados, de cumplir con sus deberes fundamentales, empezando por respetar la constitución y las leyes, evitando que se imponga, por poder, prebenda, ventaja o temor, un continuador títere de un presidente que ha intentado, por todos los medios, de manera infructífera, volver a modificar la constitución para permanecer en el poder mas allá del tiempo para el cual fue elegido y ha tenido que acudir a un delegado suyo para aparentar alternabilidad democrática.

    Se hace necesario, que el próximo gobierno que surja de las elecciones generales sea encabezado por una persona que además de tener las condiciones excepcionales y la experiencia de un buen jefe de estado, sea un fiel e invariable defensor de la Constitución de la República, quien actúe con criterio propio; que respete y fomente la separación de poderes; Que fortalezca los partidos, y que jamás, bajo ningún concepto, sea un presidente títere, al servicio de una mal disimulada dictadura, sino un verdadero patriota, un confiable, auténtico y probado presidente constitucional de la República Dominicana.

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