Por Edouard Saint Jean
En 1820 Henry Christophe se interesó por el proyecto “Fundación Sociedades Filantrópicas», de Estados Unidos, cuyo objetivo fue de propiciar la emigración de negros americanos hacia Haití, tierra libre de esclavitud.
Para ese propósito, envió a EEUU a su agente llamado Sander, con US$ 25,000 dólares y un barco como apoyo financiero y logístico.
Por su lado, J.P. Boyer, quien sustituyó a Christopher, hizo contacto con el reverendo Thomas Paul, un pastor de Boston, a los fines de convencer a los negros libres a emigrar hacia Haití. Ordena a sus tenientes y jefes militares a ayudarlos a instalarse en el país, en valles y montañas y a cultivar la tierra.
Además, envió a los Estados Unidos a su agente Granville Dewey y a Charles Collins, el último, un filántropo de Nueva York, con 50,000 sacos de café, cuya venta tenía como objetivo facilitar la emigración de personas de raza negra que vivían mal en Estados Unidos, bajo el yugo del prejuicio y de la miseria y que estaban dispuestas a venir a Haití a convivir con nuestros ciudadanos y beneficiarse de una Constitución liberal.
El costo de ese proyecto fue de US$300,000 dólares, suma que según Dewey, superaba la cantidad de dinero gastado para obras de caridad en los EEUU en 1824.
Entre 1824-1825, más de 6,000 libertos afronorteamericanos fueron repatriados al territorio que entonces era Haití, el primer país afroamericano y segundo que se liberó de la colonización
europea en América, después de la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica.
Este hecho fue una extensión del traslado de unos 16,000 libertos promovido por la American Colonization Society para fundar Liberia. Constituyó la mayor emigración voluntaria de negros en las Américas.
Desde el punto de vista de los libertos, los sustrajo de un país donde todavía se practicaba la esclavitud negra en su región Sur, donde los esclavos fugitivos temían su recaptura, y les ofreció una oportunidad para su desarrollo individual.
Los repatriados a Haití, que se autodenonimaban “los inmigrantes”, fueron distribuidos en diferentes regiones de la isla.
Pero en Samaná, por su aislamiento del resto del país, y secundariamente en Sánchez y Puerto Plata, las tres influidas por el contacto marítimo con las islas inglesas, fue donde la comunidad mantuvo la mayor integridad e identidad, incluso su idioma inglés.
De esta forma llegaron los negros afronorteamericanos a Samaná.