Por Manuel Otilio Pérez P.
En enero de 1802, llegaron a la isla de Santo Domingo las tropas que Napoleón envió encabezadas por su cuñado Leclerc para restablecer la esclavitud en la isla de Santo Domingo.
Las tropas de Napoleón fueron derrotadas en el Oeste por los africanos esclavizados. Éstos encabezados por Jean-Jacques Dessalines proclamaron su independencia el 1 de enero de 1804, a ese territorio independizado le denominaron República de Haití.
Ellos recuperaron el nombre original de la Isla, no se apegaron a ese Santo Domingo, que proviene de el fundador de la Orden de los Dominicos de 1214, con mucha fama de ser quienes más cruelmente aplicaron las persecuciones y torturas y muertes en la Inquisición, por lo que fueron moteados como «los perros del señor».
La nueva nacionalidad, la haitiana los libró de ser perros.
En cambio, en el territorio Oriental de la isla de Santo Domingo, nos encantamos con la denominación de «dominicano»(a) y constituimos a partir de 1844, un territorio libre y soberano llamado República Dominicana.
Nosotros «dominicanos» preferimos ser «perros del señor» sin saber nada de la inquisición con sus persecuciones, torturas y muertes de lesa humanidad.