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    El desarrollo del turismo dominicano sostenido en pies de barro

    Por Fernando de los Santos

    República Dominicana, joya del Caribe, ha cimentado su progreso económico en el floreciente sector turístico.

    Sus playas de arena blanca, aguas turquesas y la calidez de su gente atraen a millones de visitantes cada año, convirtiendo al turismo en un pilar fundamental de su economía.

    Sin embargo, este desarrollo, aunque impresionante en cifras, se asienta sobre una base frágil, como un castillo de arena susceptible a las embestidas de diversas problemáticas que amenazan su sostenibilidad a largo plazo.

    Uno de los pilares de barro que sostienen este auge turístico es la presión sobre los recursos naturales y el medio ambiente.

    El crecimiento desmedido de la infraestructura hotelera y las actividades turísticas intensivas ejercen una presión considerable sobre ecosistemas delicados como los arrecifes de coral, los manglares y las playas.

    La deforestación, la contaminación de las aguas y la gestión inadecuada de los residuos sólidos son problemas crecientes que no solo deterioran el atractivo natural del país, sino que también amenazan la biodiversidad y la salud de las comunidades locales.

    Otro punto vulnerable radica en la planificación territorial y la infraestructura.

    El desarrollo turístico, en muchos casos, ha avanzado sin una planificación estratégica integral, lo que ha generado problemas de congestión, acceso limitado a servicios básicos para las comunidades locales y una distribución desigual de los beneficios económicos.

    La infraestructura vial, el suministro de agua potable, el tratamiento de aguas residuales y la gestión energética a menudo no logran seguir el ritmo del crecimiento turístico, creando cuellos de botella y afectando la calidad de la experiencia tanto para los visitantes como para los residentes.

    La calidad del empleo y la capacitación del personal representan otro desafío significativo.

    Si bien el turismo genera una gran cantidad de empleos, muchos de ellos son precarios, con bajos salarios y escasas oportunidades de desarrollo profesional.

    La falta de personal calificado en áreas clave del sector, como la hotelería, la gastronomía y los servicios turísticos especializados, limita la calidad de la oferta y la competitividad del destino a largo plazo.

    Invertir en la formación y el desarrollo del capital humano es crucial para asegurar un servicio de excelencia y una mejor distribución de la riqueza generada por el turismo.

    La diversificación de la oferta turística es también una tarea pendiente. Si bien el modelo de «sol y playa» ha sido exitoso, la dependencia excesiva de este segmento hace al país vulnerable a los cambios en las preferencias de los viajeros y a la competencia de otros destinos caribeños.

    Desarrollar y promover el turismo cultural, el ecoturismo, el turismo de aventura y otras modalidades, permitiría atraer a un público más amplio, generar mayores ingresos y distribuir los beneficios del turismo a diferentes regiones del país.

    Finalmente, la gobernanza y el marco legal que rigen el sector turístico necesitan una revisión y actualización urgente.

    La falta de claridad en las regulaciones, la burocracia excesiva y la debilidad en la aplicación de las leyes ambientales y de planificación territorial dificultan la inversión sostenible y fomentan prácticas que pueden comprometer el futuro del turismo dominicano.

    Fortalecer las instituciones, promover la transparencia y garantizar el cumplimiento de las normativas son pasos esenciales para construir un sector turístico más resiliente y equitativo.

    En conclusión, si bien el turismo dominicano ha experimentado un crecimiento notable, su sostenibilidad a largo plazo está intrínsecamente ligada a la capacidad del país para abordar estas problemáticas fundamentales. Ignorar estos «pies de barro» podría socavar los logros alcanzados y poner en riesgo el futuro de una de las principales fuentes de prosperidad de la República Dominicana.

    Es imperativo que el gobierno, el sector privado y la sociedad en su conjunto trabajen de manera coordinada para fortalecer las bases sobre las que se asienta el turismo, garantizando así un desarrollo verdaderamente sostenible y beneficioso para todos.

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