Por Germán Reyes
Santo Domingo.- Tal vez sea pertinente iniciar con la premisa de que el presidente dominicano Luis Abinader es un demócrata, respetuoso de las instituciones locales y extranjeras. Y en esa perspectiva no sería previsible que permita la violación del territorio de esa nación, de su sede diplomática en Santo Domingo para que allí eventualmente sea proclamado presidente Edmundo González Urrutia.
Las actividades promovidas por González, según los principales indicadores, procurarían empañar en lo más posible los actos ceremoniales de la reinstalación en la presidencia del candidato declarado ganador por el Consejo Nacional Electoral (CNE), Nicolás Maduro Moros.
De más estaría el decir que el excandidato presidencial, lo mismo que su compatriota Juan Guaidó, al parecer forman parte de los designios estadounidenses dirigidos a subvertir las bases políticas, sociales y económicas del régimen que encabeza Maduro.
Y, visto el fenómeno en términos de la geopolítica mundial, es posible que se trate de los propósitos de Estados Unidos de frenar el avance de otras formas de gobernar y gestionar las relaciones entre países, lo cual le ha llevado a destinar cuantiosos millones de dólares para financiar los genocidios de Israel en Palestina y Medio Oriente en sentido general, o el desperdicio de otra millonada para mantener el conflicto Rusia-Ucrania.
Los conceptos sobre democracia enarbolados para justificar ese accionar, que implican considerar al régimen de Maduro de “dictadura”, también implican insertar en esa forma de gobierno a Vladimir Zelenski, para citar un solo caso, cuyo mandato caducó y no se vislumbra la posibilidad de convocar a elecciones. O sea, en Venezuela opera una dictadura y en Ucrania una democracia.
Y en el caso venezolano tal vez resulte dificultoso negar los propósitos de controlar su enorme riqueza en términos de recursos naturales: Las mayores reservas petroleras del mundo, materias raras y otros metales igualmente codiciados.
¿Sería constitucional?
Porque tampoco tendría visos de legalidad una eventual proclamación del excandidato presidencial venezolano en una Embajada. La Constitución y las leyes de esa nación suramericana establecen la legitimidad de una proclamación presidencial siempre que sea realizada por la Asamblea Nacional, el Parlamento.
Sería la reedición del espectáculo “ridículo” de su compatriota Guaidó, elevado a lo más alto del firmamento por 51 países regenteados por Estados Unidos, quienes luego le dejaron caer por su propio peso.
Un acto mediático en el Palacio
La presencia del excandidato presidencial opositor venezolano en República Dominicana es probable que no pase de un acto mediático convocado para el Palacio Nacional.
Por tal motivo han sido invitados los directores de los principales medios, en alguna medida obedientes a los designios del gobierno dominicano. Todos, sin excepción, están unificados alrededor de los postulados de Abinader sobre temas como, por ejemplo, Haití y el mismo discurrir de los acontecimientos en Venezuela.
El viaje a Caracas
El 27 de julio de 2024, un día antes de las elecciones generales, un grupo de expresidentes se abstuvo de alzar vuelo en el avión en el que incluso llegaron a montarse, de Copa Airlines, porque no obtuvieron la autorización de parte del régimen venezolano.
En ese propósito estuvieron los expresidentes de Colombia Marta Lucía Ramírez, Mireya Moscoso de Panamá, Miguel Ángel Rodríguez de Costa Rica, Jorge Quiroga de Bolivia y Vicente Fox de México.
Así, de igual manera, ¿De dónde partiría la idea de que en esta ocasión los expresidentes acompañarían a González en la aventura de un viaje impreciso hacia Venezuela?
El controlador de tráfico aéreo, un empleado de la torre de control de un aeropuerto, tiene la potestad de impedir el aterrizaje de una aeronave. Impensable la eventualidad de que esas figuras se arriesguen a un aterrizaje con vocación catastrófica.