Santo Domingo.- El desprendimiento de Ana inspira a no pocos de los beneficiarios de sus curas a base de sus remedios, los cuales, al tiempo de practicar el amor con sus vecinos de Gualey, aplicaba sus productos sin el menor interés pecuniario.
Ana, que era de nacionalidad haitiana, curaba “en siendo muchacho que los médicos no podían sanar”, contó la madre de Maribel Núñez, quien compartió el relato en ocasión de recibir un premio de parte de la Fundación Zile,
Núñez fue exaltada por su entrega sin cuartel en la defensa de los venezolanos, cubanos y todo extranjero que se encuentre en situación vulnerable, especialmente los haitianos, que son alrededor del 90% de los inmigrantes en el territorio dominicano.
Las palabras de gracias
“Mi nuevo profesor de kreyòl, Wilkenson Jolibois, en el primer día de clase preguntó por qué quieren aprender kreyòl. Se imaginarán que le respondí que necesito hablar la lengua en la que se planificó, peleó y se logró la libertad, el triunfo sobre la esclavitud y la construcción de la primera nación negra en América.
Más, hubo una chica que dijo ser de Gualey, y que ella le debe aprender kreyòl a una haitiana, que era como su madre, que se llamaba Ana. Afirmó que está viva gracias a ella, pues nació enfermiza y en una gravedad. Fue Ana con sus remedios la que la salvó de la muerte…
Me llamó mucho la atención, pues mi bisabuela y abuela, huyendo al destierro que les representó la dictadura trujillista, que les quitó sus tierras a la tatarabuela en Palavé, hicieron sus casas en Gualey. Y también teníamos nuestra muy querida Ana, que era de nacionalidad haitiana.
En el descanso me acerqué a la chica, le conté de nuestra Ana y que no podía haber dos Ana. La haitiana en Gualey sé que ya había fallecido. Le pregunté por su hija, me dijo que se llamaba Iris. Al día siguiente voy donde mi mamá y le hablo de lo vivido y me dice: “Muchacha, mira cómo me engranujo. Mi comadre está aquí. Es ella,. Ella curaba en siendo muchacho que los médicos no podían sanar….”.
Ana adoraba a mi papá, a su ahijada Elisabeth, a todas las hijas e hijos de sus compadres Nico y Cané. Y los viajes de Gualey a Manoguayabo con las rutas 14 y 100 fueron continuos para repartirnos amor a todos y todas.
Quedarnos con esos tiempos
Nos debemos quedar con esos tiempos, en los que en una barriada como Gualey, haitianos y dominicanos vivían en cofradía. Ese tiempo nos corresponde volverlos a construir. Y muy a pesar de todo lo que sucede, continúan las buenas reciprocidades entre dominicanos y haitianos. Como la abuela de clase media en la Gaspar Polanco, Bella Vista, que cuela café y se para frente al edificio en donde haitianos trabajan construcción y les brinda café/amor, y en ocasiones a unos cuantos los invita a compartir en su mesa.
Debemos quedarnos con esas buenas causas para reconstruir los puentes de amor de dos naciones que han sido marcadas en sus relaciones por el nefasto colonialismo y la división racial del trabajo.
Debemos quedarnos con el amor cultivado entre ambos pueblos, como el cultivado por los independentistas Charlemagne Peralte y Liborio Mateo, que lucharon juntos en defensa de la soberanía de la isla.
Debemos quedarnos con el ejercicio de hermandad, sabiduría y sana convivencia que tantos dominicanos y haitianos han sabido cultivar históricamente en la frontera.
Debemos quedarnos con esta hermosa celebración a la diáspora haitiana en República Dominicana…
Señoras y señores, muchas gracias. Que sigamos visibilizando el racismo y las posibles soluciones al mismo.
Viva Haití libre y soberana.
Haití chery


