«El llamamiento llega ahora alto y claro desde todas partes. Ha llegado el momento de abordar una de las cuestiones definitorias de nuestra era, con implicaciones para la democracia y los derechos humanos en todo el mundo: el reto de cómo apoyar a los Estados en la elaboración de principios y normas para las plataformas digitales, de modo que permitan la libertad de expresión y promuevan la disponibilidad de información precisa y fiable», Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO
En septiembre pasado, la Unesco activó un proceso de consultas globales como parte de la lucha contra la desinformación y la incitación al odio y a favor de la protección de los derechos humanos en la red de redes.
De acuerdo con la organización, la conferencia será una oportunidad clave para el intercambio de criterios entre los diferentes actores durante el proceso consultivo, con la publicación de las directrices reguladoras prevista a mediados del año.
“Nos enfrentamos a uno de los retos más complejos y decisivos de nuestro tiempo. Lo afrontaremos juntos, definiendo principios comunes basados en los derechos humanos, en particular la libertad de expresión”, subrayó la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, a propósito del evento.
Para Azoulay, es el momento de abordar el tema y de buscar respuestas frente a fenómenos como la desinformación en línea, el discurso del odio y las teorías conspirativas, que están dañando el tejido de las sociedades; sembrando la desconfianza, exacerbando la polarización política y ayudando a sembrar el extremismo.
“El llamamiento llega ahora alto y claro desde todas partes. Ha llegado el momento de abordar una de las cuestiones definitorias de nuestra era, con implicaciones para la democracia y los derechos humanos en todo el mundo”, afirmó.
Un modelo de negocio defectuoso
Las redes sociales y otras plataformas digitales han permitido a personas de todo el mundo comunicarse, compartir información y transformar sus sociedades.
Pero, cada vez más, estas plataformas son también caldo de cultivo para la desinformación, la incitación al odio y las teorías conspirativas.
En los últimos años, la cuestión del control y la moderación de contenidos ha sido un factor importante en la violencia, la insurrección, las elecciones desvirtuadas y las transferencias democráticas de poder en numerosos países.
Los estudios demuestran que a menudo se prioriza la participación del usuario a cualquier precio. Esto lleva a que los algoritmos favorezcan los contenidos más controvertidos, porque provocan más reacciones, a pesar de la evidencia de que estos contenidos pueden dañar el tejido de nuestras sociedades, sembrando la desconfianza, fomentando el extremismo y socavando los derechos humanos fundamentales.
Parece haber grandes desequilibrios entre regiones y lenguas, y los recursos de moderación se distribuyen a veces en función de intereses financieros o políticos, o demasiado tarde, en respuesta a la indignación pública una vez que ya se ha producido la violencia o la intromisión electoral.