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    El cambio de horario, un respiro

    Por Ramón D. Moreno

    ¿Y si al fin salimos del tapón? El cambio de horario en oficinas públicas podría ser el respiro que el país necesita

    Desde hace décadas, los ciudadanos dominicanos han normalizado un mal que no debería ser parte de la cotidianidad: los tapones. Salir a las 7:00 a. m. para llegar a las 9:00, o tardar más de una hora en desplazarse apenas unos kilómetros, es una tragedia urbana que consume tiempo, salud mental, combustible y productividad.

    Hoy, la implementación de nuevos horarios escalonados en las oficinas públicas, promovida por el Gobierno, puede ser —si se ejecuta con seriedad— el primer paso hacia una descongestión real de nuestras ciudades.

    Una medida que llega tarde, pero llega

    Según el Ministerio de Administración Pública, esta iniciativa busca descentralizar las entradas y salidas masivas de empleados públicos, que abarrotan las vías en los horarios pico. Si se distribuyen las jornadas laborales entre 7:00 a. m., 8:00 a. m. y 9:00 a. m., el efecto inmediato sería menos embotellamientos, menos estrés y, con el tiempo, una capital más vivible.

    ¿Utopía? No. Es cuestión de voluntad política y seguimiento real.

    El pueblo sospecha: ¿los tapones son negocio?

    Muchos ciudadanos lo dicen abiertamente en las calles y redes sociales: «Aquí los tapones son un negocio, es para que se consuma más combustible». Puede parecer una exageración, pero no es un pensamiento aislado. En un país donde los márgenes de ganancia del combustible importado son altísimos y donde algunos sectores se benefician del caos, la especulación encuentra terreno fértil cuando no hay soluciones visibles ni voluntad política sostenida.

    Implementar estos nuevos horarios con firmeza no solo ayudaría a aliviar el tránsito: sería una señal clara de que el Estado empieza a priorizar el tiempo y el bienestar del ciudadano por encima de los intereses de unos pocos.

    Que no se quede en un anuncio

    El peligro de siempre es que estas medidas se anuncian con bombo y platillo, pero se diluyen entre burocracia, falta de supervisión o intereses cruzados. Por eso, este proyecto merece no solo apoyo, sino seguimiento constante por parte de la prensa, la sociedad civil y los ciudadanos.

    Este editorial se une al deseo colectivo de un país menos frenado por el caos. Que las instituciones públicas den el primer paso y que el sector privado también se sume. Porque cada minuto menos en un tapón es un minuto más de vida.

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