Por Yoni Cruz
Al realizar un breve ejercicio hemerocrítico sobre la cobertura de la marcha convocada ayer por organizaciones populares y de izquierda para conmemorar el 60 aniversario de la intervención militar estadounidense del 28 de abril de 1965 —cuando 42,000 marines desembarcaron para sofocar la revuelta que luchaba por el retorno a la constitucionalidad—, salta a la vista la inclinación, incluso fascinación, de los medios tradicionales de comunicación en nuestro país por posturas radicales que se afianzan en nuestra patria.
Tanto la prensa impresa como los portales digitales destacaron, con notable énfasis, la participación de un grupo radical autodenominado Antigua Orden Dominicana (AOD), que acudió a las inmediaciones del Parque Independencia con el expreso propósito de confrontar a los manifestantes autorizados por el Ministerio de Interior y Policía.
Para referirse a esta entidad de corte paramilitar, varios medios emplearon términos como “organización patriótica”, “defensora de los valores patrios”, “guardiana de la dominicanidad”, e incluso “líder patriótico”. Estas expresiones altisonantes contrastan con la realidad: miembros de este grupo agredieron violentamente a ciudadanos que ejercían su derecho constitucional a manifestarse pacíficamente.
Mientras tanto, los participantes de la marcha conmemorativa fueron etiquetados como “izquierdistas violentos” o “opositores a las deportaciones de haitianos”, omitiendo deliberadamente el verdadero motivo de la movilización: recordar una fecha histórica que cumple seis décadas y que marcó la lucha por la soberanía nacional.
La normalización del extremismo y sus riesgos
Poco a poco, los medios tradicionales y las redes sociales han ido legitimando a un grupo de extremistas que, ataviados de negro y con atuendos militares que recuerdan a las tristemente célebres falanges fascistas y nazis, promueven un discurso de odio basado en amenazas a quienes disienten, la violación sistemática de derechos constitucionales y una xenofobia selectiva dirigida exclusivamente contra la migración haitiana.
Muchos parecen jugar con fuego, sin comprender que el odio y el extremismo nunca terminan bien. La historia está plagada de episodios con un origen similar: basta recordar la barbarie de Sarajevo y la guerra en Bosnia, o el genocidio de Ruanda, todos fueron precedidos por discursos de intolerancia que terminaron cobrando más de un millón de vidas inocentes —sobre todo mujeres, ancianos y niños— sin distinción.
Aún no es tarde
El día menos pensado, lamentaremos haber permitido que estos grupos ultranacionalistas y violentos ganen espacio con tanta impunidad. No está lejos el momento en que, como diría una sabia madre del Sur profundo, lloraremos lágrimas de sangre.
Aún estamos a tiempo de reaccionar: de cuestionar, denunciar y rechazar los métodos paramilitares y el discurso de odio de quienes, ante cualquier análisis sensato, parecen adolecer de graves carencias éticas y mentales. La patria no se defiende con violencia, sino con memoria, justicia y democracia.