Por Rosalía Carvajal Díaz
La marcha que se realizará en el día de mañana – 30 de marzo – está motivada por el rechazo hacia la presencia de inmigrantes haitianos en el país.
Sin embargo, esta movilización no se basa en un análisis profundo de la situación, sino en la propagación de un discurso de odio y rechazo hacia un grupo vulnerable.
En este caso, el mensaje parece estar alineado con posiciones extremistas, como las que se asocian con movimientos «trumpistas», que apelan al miedo, la xenofobia y la seguridad nacional como excusas para rechazar a los inmigrantes.
En lugar de abordar los problemas de fondo, como la migración descontrolada, la falta de regulación, o las condiciones laborales precarias, la marcha apunta hacia los haitianos como chivo expiatorio, obviando las realidades más complejas que subyacen en el fenómeno migratorio.
Las motivaciones para que los haitianos vivan y trabajen en República Dominicana están marcadas por la pobreza y hambruna en Haití: Los haitianos se ven obligados a migrar a la República Dominicana, principalmente debido a las condiciones extremas de pobreza, falta de empleo, y la crisis económica y social en su país.
La falta de oportunidades y la inseguridad alimentaria les empujan a buscar una vida mejor, que a pesar de sus propios retos económicos, ofrece más estabilidad en comparación con Haití.
Estas personas desempeñan un papel esencial en varios sectores de nuestra economía, como la agricultura, la construcción y el turismo. En particular, en la agricultura, realizando trabajos que muchos dominicanos han dejado de hacer debido a las condiciones laborales difíciles y mal remuneradas.
Lo mismo ocurre en Punta Cana, donde los haitianos contribuyeron enormemente a la edificación del destino turístico, a menudo en condiciones precarias.
Estos trabajos son esenciales para mantener en funcionamiento estos sectores. Sin la mano de obra haitiana estos sectores serían insostenibles en RD.
El problema principal no es la presencia de los haitianos per sé, sino la falta de políticas migratorias claras y eficaces que regulen la entrada y las condiciones laborales de estos migrantes.
El gobierno tiene una responsabilidad crucial en este contexto.
La migración descontrolada y la explotación laboral no deben ser vistas como una simple cuestión de xenofobia, sino como un fallo en las políticas migratorias y de integración de los inmigrantes.
Debería haber un enfoque más mayor en regular el flujo migratorio, asegurando que los derechos humanos de los inmigrantes se respeten y que sean tratados con dignidad en sus trabajos, así como en su proceso de integración social y laboral.
En resumen, la marcha es una respuesta cargada de odio, sin reconocer las complejidades de la situación.
Los haitianos viven y trabajan en la República Dominicana en busca de mejores oportunidades y desempeñan trabajos esenciales para la economía, a menudo en condiciones muy difíciles.
El verdadero problema radica en la falta de regulación migratoria y en la explotación de estas personas, no en su presencia como tal.