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    VÍDEO: Y los muertos los puso el pueblo

    San Salvador, 24 mar (Prensa Latina) El 24 de marzo de 1980, cuando oficiaba una misa le llegó la muerte al pastor de los salvadoreños, hace hoy 43 años. Eran las seis de la tarde.

    De Monseñor Oscar Arnulfo Romero, querido por su pueblo y odiado por las fuerzas de la derecha salvadoreña, el poder económico y oligárquico, así como las fuerzas armadas y los cuerpos represivos de aquel entonces, no toleraron su voz de denuncia y verdad, según reseña el diario Colatino aquellos hechos que conmovieron al mundo y enlutaron a los salvadoreños.

    Una monja besa el cadáver del asesinado arzobispo metropolitano de El Salvador, monseñor Oscar Augusto Romero

    Un día antes, según analistas y seguidores, cavó su tumba cuando en su mensaje dominical instó al ejército a “no matar a sus mismos hermanos”.

    Ese llamado desató la ira y el odio de sus enemigos, que en menos de 48 horas, es decir, el día lunes a las seis de la tarde, daban el tiro de gracia que terminó con la vida terrenal de Romero, hombre de fe y devoción cristiana, de apego a la verdad, y defensor nato de los derechos del pueblo que le vio nacer, señaló el diario.

    Romero continúa siendo una figura firme y trascendental en gran parte de los hombres y mujeres que conocieron de él, en los tiempos más oscuros que vivió el país, así como entre las nuevas generaciones que le conocen con los años y aprenden de su palabra, señaló el diario salvadoreño.

    El Monaguillo Andrés, quien fuera asesinado junto a monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, conocido como monseñor Romero

    Pero los que vivieron cerca, como Oscar Pérez, un salvadoreño que hoy defiende causas justas e impulsa que se conozca la verdad como es el caso del asesinato de cuatro periodistas de Países Bajos a manos de los militares en 1982, creen que su mensaje está ahora más presente que nunca, que no debe verse lejano ni solo en los altares.

    El funeral del prelado se programó para el 30 de marzo de 1980 en la catedral. Entre 50 mil y 150 mil personas, según diversos estimados, acompañaron el rito fúnebre en la plaza Barrios y sus alrededores.

    Fueron recibidas con bombas y disparos. Entre el caos, las bombas y los disparos, 40 murieron y alrededor de 200 resultaron heridas, según cronistas de la época.

    Fue una trágica y violenta despedida en la que participaron cientos de salvadoreños, y como denunciara muchos veces el mártir santificado por el Vaticano en 2018, el pueblo puso los muertos.

    El funeral del Santo de El Salvador dejó 40 muertos y hasta la fecha su asesinato sigue impune, como otros tantos en la larga historia de este pueblo.

    Según testigos, hombres armados dispararon desde el techo del Palacio Nacional. La gente huyó despavorida, los que no murieron por las balas resultaron aplastados por los que huían de un ataque bárbaro, cuyos autores intelectuales y materiales disfrutan aún de la impunidad.

    Al final, los muertos los puso el pueblo, se repite una y otra vez, en la fecha conmemorativa.

    La impunidad de un crimen

    Impunidad es la palabra que reina hoy en El Salvador cuando se conmemora el 43 aniversario del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, plantea la organización Tutela Legal.

    El Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU de 1993, señaló que el lunes 24 de marzo de 1980 el arzobispo de San Salvador, monseñor Romero, en plena celebración de la misa fue ultimado por un asesino profesional.

    «Antes de morir, Romero advirtió desde el púlpito del peligro de que en El Salvador se desatará una guerra civil, un hecho que su asesinato precipitó, originando una contienda que duró 12 años y se cobró más de 75.000 vidas, 12.000 heridos y 8.000 desaparecidos»

    El Informe estableció que responsable de dar la orden de asesinar al prelado fue al mayor Roberto D’Aubuisson, ya fallecido, fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha), partido del que fue diputado y candidato presidencial.

    La planificación y ejecución del asesinato se le atribuyó a Álvaro Saravia, único imputado en el actual proceso penal y con orden de captura, el capitán Eduardo Ávila, así como Fernando Sagrera y Mario Molina.

    El caso no está cerrado a 43 años, mientras salvadoreños opinan que la impunidad campea en un país, donde muchas masacres como la de El Mozote y el asesinato de cuatro periodistas de Países Bajos, se mantienen sin avances en los últimos años pese a presiones populares.

    El abogado de Tutela Legal, Alejandro Díaz, asegura que pese a que en 2017 de reabrió el caso, la Fiscalía General de la República no muestra avances en la investigación, pese a que el proceso ya está en fase de instrucción.

    El Estado salvadoreño «declara su compromiso de cumplir de buena fe y en la medida de sus posibilidades» las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) elaboradas en el año 2000 en relación con el asesinato del religioso, ha anunciado el Director General de Derechos Humanos de la Cancillería salvadoreña, David Morales,  el día 6 de noviembre de 2009

    Ovidio Mauricio, presidente de Tutela Legal, dijo que el Juzgado Cuarto de Instrucción ya giró la orden de captura contra el capitán Álvaro Saravia, uno de los principales acusados del hecho, pero que ni Fiscalía ni la Policía muestran interés en hacerla efectiva.

    «Sabemos que está muy cerca del país, en un país de Centroamérica, pero no sé ha mostrado de parte de las autoridades el mínimo interés por localizarlo. Eso demuestra el tipo de justicia que tenemos en nuestro país, que deja mucho que desear», dijo Mauricio citado por el diario La Prensa Grafica.

    Hoy en el 43 aniversario de su partida física, la prédica y el mensaje de San Romero se mantienen vigentes y muchos estiman que si estuviera presente, su mensaje sería que no se abuse del pueblo.

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