Madrid, Aleteia.- Aún es pronto para extraer lecciones sobre qué nos está pasando por el coronavirus. Ahora mismo lo tenemos encima y parece que no precisamente totalmente controlado. Pero mientras de eso se encargan las autoridades y personal sanitario, tanto buscando una vacuna como una cura y dando recomendaciones, la sociedad está ideando también sus propias soluciones.
La primera, aprender algo que ya era básico: medidas de higiene. Desde cómo lavarse las manos a cómo estornudar: en el codo, tapándose siempre. También a mantener un poquito de distancia con la gente… Cuestiones básicas de educación, en cualquier caso, ¿verdad? Por si alguno nos preguntábamos el por qué de determinadas formas del saber estar. Pues aquí las tenemos.
Y quizá además de ayudarnos a ser más limpios y educados, la crisis del coronavirus también nos vaya a animar a apostar realmente por la conciliación de la vida familiar y profesional.
Ahora estamos especialmente pendiente de nuestros familiares, sobre todo de los más débiles. Nos preocupamos por nuestros mayores, a los que según los expertos el virus afecta de una forma más fuerte…
Por otra parte, ¡Qué lástima que tenga que ser para evitar contagios de un virus del que aún sabemos poco! Se trataría de una estrategia de contención, para controlar la expansión del coronavirus.
Explican las autoridades médicas que estamos ante un virus que de momento no sabemos cómo parar, pero determinadas medidas sí ayudan a que no se propague de forma tan rápida. Y una de ellas es esa, evitar concentraciones de gente.
Hay enfermos en hospitales y enfermos con signos más leves en sus casas: para curarse y no contagiar a otros. Un contagio masivo, nos indican los expertos, saturaría hospitales y haría más difícil todavía luchar contra la enfermedad en instalaciones sanitarias. De ahí, las cuarentenas.
Y bien, conocida la razón, bienvenida sea la apuesta por el teletrabajo. A veces los cambios llegan por momentos de crisis y aquí podemos tener uno. Lo estamos viendo en nuestros televisores, escuchando en nuestras radios y leyendo en nuestros periódicos. Tal multinacional pide a sus empleados que trabajen desde casa, la otra firma propone a la plantilla de su gigantesca sede que evite reuniones. Empresas de telecomunicaciones ya están haciendo ‘simulacros’ de cómo funcionaría su empresa con ‘control remoto’…
Centenares de mercantiles están fomentando el teletrabajo para ayudar a contener el virus, para parar los contagios, para evitarlo… Piden a aquellos a los que su funciones se lo permiten que se queden a trabajar en casa.
Además de las razones sanitarias, el teletrabajo tiene muchas ventajas. Es una de las grandes formas de conciliar, de ahorrar, de contaminar menos -por eso de ahorrar trayectos- y muchas veces incluso de producir de forma más eficaz.
Hoy en día muchas empresas trabajan por proyectos y casi todas hacen seguimientos diarios de cómo y a qué estamos dedicando nuestro tiempo. Algo para lo que no necesitas estar a todas horas en una oficina, echando horas con el llamado ‘presentismo’… Contamos con mil formas de saber si un empleado está conectado, pero sobre todo y por encima de todo el trabajo propio habla: si está hecho o no está hecho.
Hoy tenemos a nuestra disposición múltiples herramientas de comunicación, de gestión de equipos y de organización laboral: multiconferencias, videoconferencias, chats y decenas de herramientas digitales como Google Hangouts que nos permiten ‘reunirnos online’ para estar así hipercomunicados en tiempo real…
Y sin embargo, hay donde todavía eso de teletrabajar como que no se ve claro. ¡Cuánto presentismo innecesario! ¡Cuántas reuniones que se alargan horas y horas en la oficina! ¡Cuánto tiempo perdido en la larga carrera por una conciliación real
Y por mucho que ahora nos duela, un virus, un preocupante virus, ha venido a echarnos una mano en eso de querer tener a toda la plantilla bien pegadita en una oficina. A ver si al menos, esta lección la aprendemos.