Por Emiliano Reyes Espejo
Santo Domingo.- La gente está “curada de espantos”. Nada sorprende. Los hechos más trascendentes se vuelven rutinarios. La cadena de muertes se había propalado y a cada momento se difunden estos hechos trágicos por los noticiarios, como galardones que consumaban éxitos informativos, sin importar que los mismos eran lamentables expresiones de realidades sociales que laceraba el diario vivir de la ciudadanía.
Después del glorioso estallido de abril de 1965, bautizado por el pueblo como “Guerra Patria”, el valor de la vida se redujo a casi nada, dependiendo del posicionamiento ideológico, la férrea militancia de izquierda o del simple deseo de expresar su repudio al status quo.
Pero el tiempo se ha ocupado de poner cada cosa en su lugar. Los sucesos que acontecieron en aquella aciaga ocasión, no se registraron por casualidad. Poderes omnímodos nacionales y extranjeros aplicaron entonces una política de “chapeo” que permitió a estas égidas malignas ir sacando, uno a uno, a cada indiviso que veían era para ellos parte de esa pléyade de jóvenes que apostó a la revolución.
Atravesamos los tiempos de la “guerra fría” que libran las más poderosas potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia, China, Europa y “cada uno de sus satélites”. Y esas naciones, en el marco de sus enfrentamientos políticos-ideológicos, decidían el curso de la historia de países pobres como el nuestro.
A estos hechos macros y más complejos para la sociedad, se sumaron otros que eran productos de la indefensión social que fueron las causas de otras muertes; aquellos que los profesionales de la psicología y la psiquiatría atribuyen a factores de carácter humano, mientras los sociólogos ven sus raíces en las situaciones psico-sociales, socio-económicas, educativas, entre otras.
Hablamos de los celos, las diatribas, las riñas entre vecinos, despechos amorosos, parejas infieles, problemas por terrenos, estafas o engaños, robos, envidias, egoísmo, suicidios y los accidentes de tránsito, entre otras procedencias.
A los periodistas que nos tocó redactar esas vicisitudes, tuvimos que ser testigos permanentes –a veces in situ- de cotidianidades que se manipulaban en las redacciones de noticiarios y periódicos. Manejamos todo tipo de informaciones, hacíamos retratos de la cruda realidad social de “muertos y espantos” que entonces se vivía.
Las versiones disímiles de los acontecimientos llegaban a las redacciones, donde eran organizadas profesionalmente por magos de las palabras y las sintaxis que les convertían en hechos noticiosos. Estos se difunden a la ciudadanía que vivía atenta porque en sus psiquis sólo querían sentirse enterados para distraerse de su realidad circundante. Los ciudadanos recibían, no solo las crónicas sobre tristes y lamentables tragedias, sino también las contingencias que generan los políticos y la marcha de la economía, el comercio, la industria, el transporte, la agricultura, etc.
Nos remontamos a finales de los años ochenta cuando, en el marco de una relativa calma social, llegó hasta las redacciones de los periódicos y emisoras un suceso que estremeció a la sociedad. Un tal “Tricocéfalo” había realizado una triple matanza. Los periódicos y los noticiarios de la época reseñaron: “Tricocéfalo mata tres mujeres de una misma familia”.
Los periodistas lidiamos a diario con casos de crímenes, a veces insólitos, pero esta vez las muertes de tres mujeres juntas y en esas circunstancias, nos conmocionó a todos.
Tras cometer el hecho Tricocéfalo desapareció “de la faz de la tierra”. La Policía informó que había desplegado un operativo de búsqueda del asesino. Pasaron las horas y nada de dar con el paradero de una persona que las propias autoridades decían que estaba “fuertemente armado” y era “un elemento altamente peligroso”.
Los ciudadanos vivían inquietos. La gente sentía temor al saber que este homicida andaba por ahí suelto en las oscuridades nocturnas y sin que se conozcan sus próximas intenciones, qué pretendía hacer o si éste tenía entre sus planes sumarse otras víctimas.
Los periodistas que cubrían la fuente de noticias de la Policía indagaban con el relacionador público de la institución, coronel José Rijo (poeta, escritor y uno de los policías más culto de la época) para saber si las autoridades tenían alguna pista sobre el paradero del peligroso criminal.
No se sabía nada, a Tricocéfalo –según parecía- se lo había tragado la tierra.
Un día, mientras avanzaba la mañana se registró una llamada en el ajetreo de los preparativos para la salida al aire del noticiero del mediodía de Radio Mil Informando de la entonces prestigiosa emisora Radio Mil. Era la inesperada llamada de alguien que dijo se llamaba Tricocéfalo.
-¿Cómo dijo usted que se llama?-preguntó el periodista a su interlocutor. –“Soy yo, soy Tricocéfalo, el matador de las mujeres”, respondió.
En medio de aquella atmósfera tensa, marcada por el escepticismo, el director del noticiario, don Víctor Melo Báez, tomó el teléfono y comenzó a conversar con esta persona. Éste se identificó como tal y dijo que se entregaría a la Policía, pero sólo a través del periodista Simón Díaz.
Díaz cubría la fuente policial y conocía como nadie los pormenores de la institución del orden. Había sido miembro de esa entidad, lo cual, tal vez, le sumó a su invaluable experiencia reporteril, sus dotes humanas y su particular jocosidad. Se había convertido en el reportero más popular de la redacción del noticiario Radio Mil, en razón, además, de la versatilidad y profesionalidad que impregnaba a sus reportes policiales y de otras índoles. Tal era su identificación con los intríngulis de la entidad policial, que terminó siendo relacionador público de la Policía, institución en la que logró el rango de General de Brigada.
Nuestro director, don Melo Báez, puso a Simón a conversar con la persona que alegaba vía telefónica que era Tricocéfalo. Luego de identificarse reveló dónde se encontraba oculto y que se entregaría, pero con la única condición de que se le garantice la vida, además de que sea este reportero quien lo lleve a las autoridades policiales.
Se hizo la coordinación de rigor con el Relacionador de la Policía, coronel Rijo, para que se realice la entrega del “peligroso criminal”. Rijo encabezó personalmente el equipo policial que se trasladó al lugar donde se ocultó Tricocéfalo. El “asesino de mujeres” -como comenzó a llamársele en algunos noticiarios-, permanecía escondido en una habitación, en un segundo o tercer nivel de un conocido hotel, ubicado en las cercanías del cementerio de la avenida Máximo Gómez, en el popular sector de Villa Juana.
Como era de esperarse, la Policía montó un gran «aparataje» que se desplazó por la avenida Máximo Gómez y se presentó de manera estrepitosa al lugar. Simón acompañó al coronel Rijo en uno de los vehículos de la patrulla. A mí, como buen OD (Observador Delantero) se me asignó la tarea de reportar desde el lugar de los hechos. (Nota: Los OD, en el lenguaje de la guerra, son los soldados que avanzan delante de las tropas para ubicar la posición del enemigo. Es a éstos a los que se les pega el primer tiro. En la guerra de Vietnam, por ejemplo, los negros de Estados Unidos llegaron a quejarse porque a ellos se les usaba como OD con más frecuencia que a otros miembros de las patrullas).
Pero resulta que en estos casos los reporteros no escatimamos peligro. La adrenalina del momento era tal que para uno no importaba si uno era OD o no, si se trataba de conseguir una primicia noticiosa. Radio Mil Informando se caracterizó por eso, por informar primicias, y en este caso se llevaría el mérito frente a los demás noticiarios de la competencia: “dar la primicia” de esta noticia tan importante para la sociedad, el apresamiento de Tricocéfalo. En esa época de ejercicio profesional, las primicias daban méritos a periodistas, noticiarios y a periódicos, por tanto, cada reportero salía a las calles con la ilusión de “dar un palo noticioso” o “lograr una primicia” (que no es más que conseguir la exclusividad de una información, la cual no tuvieran los demás medios de la competencia).
Cuando subíamos las escaleras hacia la habitación donde se suponía estaba Tricocéfalo (con el coronel Rijo y Simón Díaz al frente) los policías avanzaron con sus “armas manipuladas” (por si acaso). Los agentes llevaron pistolas, revólveres, fusiles y metralletas a manos. Se trató de la captura de un hombre a quien no se le “apretó el pecho” para matar a tres mujeres y eso tenía nervioso a los agentes policiales.
Yo iba por las escaleras en la cola de la patrulla de uniformados que subían sigilosos, “medios broncos”. -“Periodista, mantente atrás, mantente atrás…esto no es un juego, ese hombre está bien armado…”, – advertían los agentes. Y agregaron: –“Aquí a cualquiera se le puede pegar un tiro…”-.En ese momento sonó con fuerza un “portazo” en una de las habitaciones, eso hizo pensar que se trataba de Tricocéfalo. Los agentes se devolvieron raudos escalera hacia abajo, habían interpretado esto como un intento de ataque del buscado criminal.
Como dije, era el último de la fila, pero terminé siendo el primero. Ocurrió que los policías incluyendo al coronel Rijo me pasaron por el lado bajando a toda velocidad. Obvio, éstos llevaban sus armas en las manos. Aclarado el malentendido, la patrulla subió de nuevo de manera pausada, cuidadosa, expectante, hasta que llegó a la habitación donde estaba Tricocéfalo.
-“No disparen, no disparen, no estoy armado”, “no me maten, no me maten…”-gritó este asesino. La paradoja era que este hombre que había mostrado mucho valor para ultimar a tres indefensas mujeres, ahora frente a esta realidad de su propia muerte, clamaba por su vida.
Estaba de pie, descalzo y sin camisa, parado sobre el colchón de la cama con sus manos en alto, suplicaba por favor que no lo maten. Los agentes se abalanzaron sobre éste y lo esposaron. Bajaron con él por las escaleras y lo montaron en uno de los vehículos policiales.
Parecía de película, la unidad móvil de Radio Mil le siguió atrás a toda velocidad. Arrancaron hacia el Palacio de la Policía sonando “a todo dar” las sirenas de sus autos. No había lugar a dudas, estaban frente a un logro policial. Horas después la Policía ofreció una rueda de prensa donde detalló los pormenores del exitoso “operativo de captura de Tricocéfalo”, el asesino más buscado en esos momentos.
Pasó el tiempo y Simón Díaz, de ser reportero optó por reintegrarse de nuevo a la Policía, fue designado relacionador público de esta, a veces prestigiosa y otras veces muy cuestionada institución.
Algunos colegas me contaban que ya siendo relacionador público, el colega Simón Díaz se entretenía relatando esta historia a los periodistas, quienes disfrutaban al máximo la forma jocosa como él la contaba. Entre risas y «cherchas», él decía que Tricocéfalo al momento de ser apresado, gritaba a los policías:
-“No fui yo que las maté, no fui yo, fue ese periodista…fue ese periodista”, mientras me apuntaba a mí que estaba en la escena cubriendo como reportero de Radio Mil Informando.
*El autor es periodista.