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    Teresa: La dama de la Bohemia

    Por Juan TH

    ¿Recuerda usted el “¿Bar de Teresa”, ubicado en el muy antiguo “Mesón del Arte”, en la calle Hermanos Deligne casi esquina Santiago, del sector de Gasgue, en Santo Domingo? 

    Pregunto porque hace algunos años el Bar de Teresa se vio obligado a cerrar debido a diversos problemas que no vale la pena comentar en estas líneas. Pero Teresa siguió haciendo lo que mejor sabe hacer: ¡Cantar! 

    Yo era asiduo al “Bar de Teresa”. Allí conocí a mucha gente “del medio”, del “centro” y de una que otra esquina. Pocas mujeres cantan con tanta fuerza, con tanto poder escénico, con tanto carisma. ¡Qué maldito gusto tiene Teresa para cantar! Solía decirles a los amigos que me acompañaban. Muchas canciones las escuché por primera vez en la voz de Teresa, con su encanto, su carisma y su magia. 

    Me hice muy amigo de Teresa. Y de su hija Tessie, que también canta. ¡Y canta bien! ¡Con una fuerza interpretativa única! En el “Bar” teníamos incluso una “Peña” de amigos para jugar Dominó, tomar unos tragos (no suelo tomar alcohol) y ordenar una deliciosa cena. ¡Una chercha entre amigos! La pasábamos bien, escuchando buena música, jugando, relajando, cenando y cantando, hasta las dos y las tres de la madrugada. 

    El Bar era como un club de bohemios amigos integrado por músicos, cantantes, periodistas, poetas, abogados, jueces, intelectuales, militares oficiales, incluso políticos. ¡Se pasaba bien! El ambiente era familiar, muy agradable. Siento nostalgia por el Bar de Teresa. No hay, en la ciudad de Santo Domingo, algo similar, porque también desaparecieron el legendario “D’ Bohemio”, de Ada Victoria y el Titin”, Freddy Terrero (Poeta popular extraordinario, revolucionario, aún) al igual que “El Bar de los Espejos”, de Alexis Casado, que hace un par de años en vano intenté recuperar. (Lamentablemente el arte y la cultura no son prioridad de los gobiernos dominicanos) 

    Muchos artistas pasaron por el Bar: Teresa, la patrona, y su hija, la comunicadora Tessie Sánchez, además de Mabel de León, Mery López, la dama del bolero, Kalyane, Carlos Luís, Diomari, la mala buena, el pianista Marquito, que murió no hace mucho, Félix D’ Oleo, José Antonio Rodríguez, entre muchos otros. 

    Después de cerrar el Bar, Teresa cantaba aquí y allá. Donde quiera que apareciera una bohemia. Luego se trasladó a “Lungomare” (Era muy amiga de Edmond Elías y de su hijo “Edmoncito”) allí se atrincheró con buena acogida. Buena parte de los asiduos al antiguo Bar de Teresa nos fuimos al Sheraton, donde siempre tenía a sus amigos como invitados. 

    Les tengo una mala noticia: Teresa está enferma. Un ACV, junto con la diabetes que no la ha dejado en paz en muchos años, la mantienen postrada en estado delicado. Todos sus amigos, incluyéndome, que no creo en nada, rezamos por su pronta recuperación. Los medicamentos que necesita, “de alto costo”, son realmente de “alto costo”. A veces incosteable para un pobre o para alguien de recursos económicos limitados. ¡Es una tragedia! Una enfermedad catastrófica deja a la familia en estado catastrófico en lo económico y en lo emocional. Dos de mis hermanos, Antonio y Nelson, han muerto de cáncer. El costo de la enfermedad es enorme. Al final el desenlace suele ser inevitable. A menos, que no se descubra con tiempo para aplicar los medicamentos adecuados.  

    Pero no importa, amigos, Teresa sigue luchando como lo que ha sido todo el tiempo: una guerrera.  Como dice la canción que muchas veces la escuche cantar, honrando la vida. 

    El problema de Teresa no puede verse de manera individual. No, es una situación grave, no para Teresa, sino para toda la población. El gobierno hace esfuerzos por aumentar la inversión en salud. La inversión en los medicamentos de “alto costo” ha sido elevada sustancialmente. Pero no basta. La inversión en salud no puede ser de un dos o tres por ciento del PIB, debe ser de un cinco por ciento, por lo menos. La salud no puede ser un negocio. El paciente no debe seguir siento un “cliente”, es un ser humano. Y como tal debe ser atendido sin costo alguno, como en Cuba, ¡carajo!  Me duele, me lastima y me lacera el alma ver a Teresa, como vi a mis hermanos y amigos, morir tratando de obtener los medicamentos de “alto costo” para prolongar sus vidas. ¡Coño! ¡No puede ser! ¡No lo acepto! 

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