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    Promover la esperanza desde la nación

    Los seres humanos como individualidad, o como colectivo, siempre albergan o confían en que algo debe ocurrir para satisfacer una necesitad material o espiritual que impacte de manera positiva sobre el sujeto individual en la ocurrencia del evento soñado o que éste se produzca para contribuir como fenómeno de bien común a favor de una comunidad. Este deseo alojado en la mente y en el corazón de los seres humanos siempre estará relacionado con una acción positiva, la cual parte desde el fondo del humanismo que puede obedecer a los más altos conceptos, principios y postulados filosóficos, o bien puede provenir de un anhelo desde la cotidianidad de la simple vida comunitaria.

    Alguien pudiera, de entrada, pensar que cómo es posible que algo que esté alojado en el alma de una persona puede materializarse de manera tal que cambie la vida de la misma o produzca el desarrollo de una comunidad pequeña, mediana, grande o de la propia nación. Habría que preguntarse si no fue una idea muy firme la que se alojó en el alma de José Francisco Peña Gómez, siendo un niño muy pobre, por demás negro, en un país y en un mundo llenos de prejuicios, cuando sus padres huyeron de Mao hacia Haití para no ser asesinados cruelmente por las inhumanas y bestiales fuerzas del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, hasta llegar a convertirse en un líder nacional y continental.

    Es de justicia traer entonces a Nelson Mandela como ejemplo de la promoción de la esperanza desde el alma, la mente y corazón de un ser humano que ama, persigue y sueña con un noble y superior propósito político y humano. Desde su adolescencia se organiza, movido por sentimientos libertarios, patrióticos y contra el racismo, en el Congreso Nacional Africano. A los 25 años de edad funda una poderosa organización juvenil. Es apresado y condenado a cadena perpetua. Duró 27 años en la cárcel; jamás se rindió y siguió luchando por sus ideas y anhelos alojados en su corazón y convertidos en práctica social. Al llegar al poder político derogó el apartheid, no persiguió a nadie, ni siquiera a aquellos que lo llevaron injustamente a prisión, donde perdió su libertad en franca violación de sus derechos como ciudadano. Dejó el poder voluntariamente.

    Se promueve la esperanza desde adentro del ser humano, porque primero es el diseño en la idea del arquitecto y luego es la belleza plasmada en la obra arquitectónica que se modeló en el alma y que ahora podemos ver sus perspectivas y los múltiples colores que la adornan. El empresario que luce su empresa y el éxito, como producto del sudor y su esfuerzo, sabe que su proyecto provino de una idea que fue primero que el dinero que se necesitaba para cubrir los costos de operación, como primera inversión necesaria, con la esperanza de conseguir el retorno del capital invertido. Sabemos que son muchos los hombres y mujeres de nuestro país que han hecho fortuna con el trabajo honrado y que partieron desde una buena idea, pero sin un centavo.

    El país necesita promover las ideas que sustenten los grandes proyectos nacionales integrales que impacten en el alma de la gente, para construir una gran nación. Estamos en el deber y en la obligación de transformar la educación dominicana, porque es en ella, y desde ella, donde debe germinar la esperanza que nos permita trazar el verdadero horizonte del destino nacional. Sólo trasformando el alma de los niños y de nuestros jóvenes podremos cambiar, no la nación, sino el modelo de desarrollo que postra los proyectos y las iniciativas particulares de muchos dominicanos que son combatientes y luchadores del progreso de esta maravillosa patria.

    Es la promoción de la esperanza basada en la fe lo que ha permitido que muchas naciones hayan transformado el desierto. Otras transformaron realidades distintas a ésta. La mística y la educación han sido la base de su desarrollo. Sin duda que la República Dominicana supera a estos países en tierras fértiles y posiblemente en el poder creativo y coraje de sus hombres y mujeres; ellos, evidentemente, nos superan en algo que es indispensable para el salto al desarrollo: educación, mística, orden, tipo de Estado y de Gobierno; orden jurídico e institucional; control y persecución de la corrupción; defensa del patrimonio nacional y ética en todos los órdenes de la administración de los bienes públicos, comunitarios y todas las acciones que impacten en la vida del colectivo. Estamos obligados a promover la esperanza desde la nación.

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