Por Juan T H
El pasado lunes asistí al encuentro del presidente Luís Abinader con la prensa, donde la mayoría de los asistentes aprovechó la ocasión para formular varias preguntas y hasta comentarios que nada tenían que ver con el tema central: la reforma y transformación policial, así como los avances logrados en menos de tres años.
No sé cuánto durarán esos encuentros con “la prensa”. Me preocupa la sobreexposición mediática del presidente que, habla para los medios en la mañana, en la tarde y hasta en la noche, casi todos los días. Está muy expuesto ante los medios, lo cual, me temo, se produce ante la ausencia de la mayoría de los funcionarios que no hablan “para no meter la mata” o simplemente la censura que ellos mismos se imponen.
De todos modos, siempre es bueno escuchar y ver al presidente, que, como ha dicho, no hay un problema al que no le dé la cara buscándole una solución. Tenemos, pues, un mandatario comunicativo, hiperactivo, cercano, humano que no guarda silencio ni se cruza de brazos en ninguna circunstancia. Y eso siempre será del agrado de todos, incluso de los que no le gusta verlo tan frecuentemente en la radio, la televisión, los periódicos y las redes sociales, como yo.
Dejo las divagaciones y me voy al grano: presidente, el tema de las armas de fuego en manos de la población civil, ¿no es un problema que tiene gran incidencia en el número de homicidios y muertes violentas frecuentes, por un simple accidente de tránsito, un parqueo, una discusión entre amigos y familiares, incluso por sospecha de una infidelidad femenina?
Siento -presidente- que muchos ciudadanos tienen armas de fuego legales, innecesariamente, sin tener condiciones psicológicas, incapaces de manejar su inteligencia emocional, gente propensa a la violencia. Hay, presidente, demasiadas armas en las calles, en una sociedad de por sí violenta.
Los hombres -sobre todo- cuando poseen un arma se sienten “Superman”, más hombres que todos los demás hombres, cuando nadie ha visto a un “hombre con otro en la boca”. Ciudadanos que ante cualquier situación “sacan una pistola” y matan a cualquiera sin pensar en las consecuencias posteriores, a veces sin mediar palabras.
Estuve viendo algunas estadísticas de violencia fruto del uso de las armas de fuego, en Europa, Asía, América, principalmente américa latina y el caribe. En la mayoría de los países donde hay fuertes restricciones o donde están taxativamente prohibidas, el número de víctimas es mínimo.
No sé -presidente-, ¿cómo una persona deportada por haber cometido crímenes y delitos graves o con expedientes de violencia extrema, puede obtener una pistola, un revolver, incluso un fusil, como suele ocurrir. No lo entiendo, presidente.
De acuerdo con la encuesta de armas pequeñas y de algunos otros informes, en la República Dominicana hay unas 800 mil armas de fuego, con un promedio de 7.4 armas de fuego por cada cien ciudadanos, lo que constituye un exceso que bien puede explicar el número de accidentes violentos, de muertos y heridos en todo el territorio nacional, sin contar, por supuesto, las ilegales que probablemente sean más. ¡Mucho más! Alguien dirá que la ley sobre porte y tenencia de armas de fuego fue modificada, que durante mucho tiempo se prohibió la importación, pero no ha bastado. Se puede hacer más. ¡Mucho más, presidente!
En el encuentro con “la prensa” el presidente, al igual que la profesora Mu-kee Adriana Sang Ben, Servio Tulio Castaños Guzmán, al igual que el director de la Policía, mayor general Eduardo Alberto Then, entre otros, hablaron sobre lo que se está haciendo para dotar al país de una institución policial que proteja y garantice la seguridad ciudadana dentro de un marco de respeto a su integridad.
El presidente Abinader habló de la necesidad de fomentar una “cultura de paz” en el país, para lo cual se requiere, no sólo de una gran inversión económica, sino de mucha educación, no tanto en los conscriptos, sino en la población, porque debe haber respeto por la autoridad y de parte de la población.
En verdad, es mucho lo que se está haciendo para reformar, transformar y profesionalizar la institución policial. dignificando a sus miembros dotándolos de un salario justo, planes de vivienda, transporte, seguro médico, educación, etc. Por primera vez en 80 años, hay que decirlo, un presidente asume seriamente el cambio de la Policía. ¡Por primera vez la voluntad política de un mandatario queda de manifiesto ante la población! Los avances comienzan a verse, al igual que los frutos. ¿Qué no ha sido fácil? ¡Claro que no! En este país, “palo si boga y palo si no boga”, nada resulta fácil, sobre todo cuando de cambios estructurales, se trata, como los que se están produciendo en la Policía Nacional.