Por Juan TH
Tengo la percepción de que la República Dominicana no está tan bien como dice el gobierno, ni tan mal como afirma la oposición. Tampoco estamos “entre Lucas y Juan Mejía”, en medio del río, “ni bien, ni mal”. No soy de los que ven el vaso medio vacío, ni menos lleno.
Nada es estático en la vida, todo se transforma, está en movimiento dialéctico constante, unidad y lucha de los contrarios.
No creo, en lo absoluto, que el país ha retrocedido como afirma el expresidente Leonel Fernández, al contrario, hemos avanzado y seguimos avanzando como país, como sociedad, independientemente de las caídas o tropezones cotidianos. Solo hay que ver las cifras del Banco Central, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros.
Los niveles de crecimiento económico están a la vista de todos, el turismo ha crecido exponencialmente, la inversión extranjera, las zonas francas, las reservas monetarias; ha bajado el desempleo, aumentado los salarios, el hambre se ha reducido como consecuencia de la inversión en el sector agrícola. La inversión en salud y educación ahora es mucho mayor que hace cinco años. Tenemos más hospitales, escuelas, universidades, centros de educación técnica, etc.
No estamos tan bien como dice el gobierno, pero tampoco tan mal como insiste en decir la oposición.
Las estadísticas hablan por si mismas. Los únicos que no ven los logros alcanzados en apenas cinco años de gestión del presidente Luís Abinader, son los dirigentes de la oposición, cumpliendo obtusamente un rol que no le corresponde.
Tenemos estabilidad política, gobernabilidad, paz social, una democracia fortalecida con instituciones cada día más fuetes. No hay persecución política, censura, violaciones fragrantes de los derechos humanos. Los líderes de los principales partidos se reúnen armoniosamente a pesar de las diferencias ideológicas o de cualquiera otra naturaleza, como sucedió recientemente con el encuentro de los expresidentes Leonel Fernández.
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Hipólito Mejía y Danilo Medina, con el presidente Abinader para discutir el tema haitiano y llegar a un consenso sobre cómo abordar esa problemática.
Pocos países de la región y del mundo puede exhibir un modelo democrático tan sólido como el de nuestro país. Valoremos lo que hemos logrado en estos cinco años. No hemos retrocedido, al contrario, hemos avanzado. ¡Mucho! Decir lo contrario es una falta de respeto a la inteligencia del pueblo dominicano.
La oposición, encabezada por el Partido de la Liberación Dominicana y la Fuerza del Pueblo, ha debido tener un sentido, primero, autocritico, admitir sus culpas, reconocer los errores por los cuales salieron del poder, para empezar nuevamente con otra línea política y otros postulados metodológicos, rescatando los valores éticos y morales que les dieron origen.
Pero no, insisten en hacer oposición por hacer oposición. Criticar por criticar, sin aportar nada nuevo, sin propuestas dándole solución a los problemas nacionales. Es una oposición hueca, que sólo sabe hacer denuncias de corrupción, la mayoría de las veces sin las pruebas acusatorias correspondientes, como lo hicieron en los años 78, 80 y 90 cuando afirmaban que todos los partidos eran corruptos, menos el PLD, integrados por dirigentes políticos de otro planeta, no por dominicanos.
¿Qué diferencia existe entre los partidos de oposición fundamentales, PLD-FUPU? ¿Ninguna! Algunos de esos partidos parecen “asociaciones de malhechores” a juzgar por la composición de sus órganos de dirección. Lo único que les interesa es retomar el poder, no para salvar al país, para rescatarlo y desarrollarlo, sino para depredarlo, como hicieron en el pasado reciente.
El país necesita una oposición distinta, ecuánime, inteligente y critica, que ofrezca soluciones a los problemas nacionales, sin demagogia, ni falsas promesas, las mismas que hicieron y no cumplieron en 20 años.