Por Rosalía Carvajal Díaz
Hubo un motín en la cárcel para migrantes inmigrantes en Haina. Durante varias horas las ambulancias y helicópteros-ambulancias atendieron heridos, y lanchas rápidas operaron por la parte trasera del recinto. También camiones-cisternas de los bomberos. Este lugar, antes un centro vacacional, fue escenario de estas escenas trágicas.
Además, ese mismo día en Verón un trabajador haitiano de 47 años fue asesinado por un militar dominicano mientras compraba dos panes y un jugo tras su jornada. Cuatro disparos en el pecho -directos al corazón y sin mediar palabras- lo dejaron tendido junto a lo que sería “su última cena” (panes y jugos).
Para agravar la situación, un grupo extremista llamado Antigua Orden Dominicana gana terreno en sectores populares, apoyados por los mensajes racistas y antihaitianos que difunden medios y redes sociales plataformas digitales. Su agenda rabiosamente antihaitiana busca legitimidad social y política en las discusiones públicas.
Se ha violado el Convenio de Ginebra de 1951, que prohíbe deportaciones nocturnas. Circulan videos de personas deportadas en vehículos estatales pasada las diez de la noche, llegando con heridas, deshidratadas, donde las víctimas reportan días sin agua, ni alimentos en las cárceles de la Dirección General de Migración donde habían permanecido.
Esto no es justo ni humano.
El diálogo y la comunicación efectiva son las únicas vías para resolver conflictos entre dos pueblos que comparten la misma isla.
Podemos aplicar leyes migratorias, pero no a costa de nuestra humanidad y de la imagen internacional de República Dominicana.
Estos hechos nos afectan a todos.
Reflexionemos y actuemos para detener estas acciones.
