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    La obecidad crece y cobra vidas

    Por Silvia Martínez 
    Roma, (Prensa Latina) La malnutrición en todas sus formas constituye uno de los mayores desafíos actuales, sobre todo ante un aumento sin precedentes de la obesidad y de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta.
    En el reciente simposio internacional ‘El futuro de la alimentación’ celebrado por la FAO en esta capital, el director general saliente de esa institución, José Graziano da Silva, alertó que por primera vez en el mundo el número de personas obesas superará a las que pasan hambre.
    Al intervenir ante representan

    tes de gobiernos, académicos, investigadores, del sector privado, sociedad civil y otras asociaciones de una veintena de países, Da Silva destacó que la obesidad y el sobrepeso están presentes en todas partes, ‘en países en vías de desarrollo, en zonas rurales, urbanas, afectan a jóvenes, a los mayores, a las mujeres y a los hombres, a todos’.
    Ello obedece principalmente al cambio dietético, las pautas de los consumidores cambian con muchísima rapidez debido a la urbanización, a la comida rápida y a otros muchos factores.
    Si no cambiamos, la obesidad y las enfermedades relacionadas, como la diabetes, van a poner en peligro nuestro futuro, apuntó Da Silva y añadió que la FAO quiere ‘centrarse más en la nutrición por lo que ella representa para la humanidad’.
    Para el directivo los sistemas alimentarios del futuro deben proporcionar productos saludables y de calidad para todos, con el debido cuidado del medio ambiente y en tal sentido instó a los gobiernos a promover el consumo de alimentos frescos a partir de circuitos locales de producción.
    Como parte de las soluciones de las medidas que contribuyen a dietas más saludables, mencionó el uso de políticas fiscales como la imposición de gravamen sobre alimentos no saludables y de etiquetados más claros que permitan al público hacer una mejor selección de qué comer.
    En ese encuentro Da Silva hizo referencia a datos preliminares del informe ‘El Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2019’, el cual, adelantó, muestra ‘la gravedad del problema al que se enfrenta la humanidad’.
    CRECE EL HAMBRE Y VIENE MAL ACOMPAÑADO
    El referido documento de las Naciones Unidas publicado el 15 de julio advierte que por tercer año consecutivo que el hambre en el mundo continuó creciendo y alcanzó en 2018 a algo más de 820 millones de personas, frente a 811 millones del año anterior.
    Básicamente, niños y mujeres de casi todas las subregiones de África y, en menor medida, en América Latina y Asia occidental, sufren ese flagelo que lentamente va cobrando mayor número de vidas.
    El documento fue presentado por tercer año consecutivo por las agencias de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
    Las causas de semejantes desafíos para la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud son atribuidas por ese documento a la recesión económica, los conflictos y a la inestabilidad que acarrean mayor desplazamiento poblacional, junto al cambio climático y la creciente variabilidad del clima y sus fenómenos extremos.
    Otro hecho alarmante, califica el propio texto, es que cerca de dos mil millones de personas ‘padecen inseguridad alimentaria moderada o grave en el mundo’, cuya falta de ‘acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes las ponen en un mayor riesgo de malnutrición y mala salud’.
    De ellas mil 40 millones se encuentran en Asia, el 52 por ciento; 676 millones en África, el 34 por ciento y 188 millones en América Latina, el nueve por ciento.
    A las cifras de hambrientos, que lentamente crecen y alejan la meta Hambre Cero prevista en la Agenda 2030 de la ONU, se suman las de los malnutridos, propias de la pobreza, bajos ingresos e instrucción, subdesarrollo, condicionadas también a políticas alimentarias erradas y de producciones que apuestan más a la ganancia que a la salud de los individuos.
    Según el informe recién publicado las estimaciones indican que uno de cada siete nacidos vivos, aproximadamente 20,5 millones de los bebés a escala mundial, tenía bajo peso al nacer en 2015, muchos de ellos hijos de madres adolescentes.
    Pero, aun cuando refiere mejoría, el propio informe registra que en el mundo 149 millones de niños padecen retraso del crecimiento.
    También a escala mundial el 7,3 por ciento de los niños menores de cinco años -49,5 millones de pequeños-, sufren emaciación, cifra distante de la meta de reducirla a menos del cinco por ciento para 2025 y del tres por ciento para 2030.
    De igual modo en 2016, una de cada tres mujeres en edad fértil (de 15 a 49 años) de todo el mundo padecía anemia, el 32,8 por ciento del total, una patología que, reconocen los expertos, se mantiene sin cambios desde 2012, por tanto la meta de bajarla a la mitad para 2025 es casi una quimera.
    El documento refleja también la marcada brecha de género pues, ‘en todos los continentes la prevalencia de la inseguridad alimentaria es ligeramente más elevada en las mujeres que en los hombres’.
    La malnutrición, profundiza el informe, está interconectada en todo el ciclo de vida: la desnutrición en el feto y durante los primeros años de vida agrava los problemas de salud tanto a inmediato como a largo plazo.
    Cita como ejemplo en tal sentido el retraso del crecimiento físico, las cardiopatías coronarias, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y la obesidad abdominal, además de los costos económicos derivados de la pérdida de capital humano.
    LA OBESIDAD SUPERA AL SOBREPESO
    En el mundo la prevalencia del sobrepeso aumenta en todas las regiones, especialmente entre los niños en edad escolar y los adultos, y destaca que entre 2000 y 2016 la obesidad superó al sobrepeso, y aclara que si ambas formas de malnutrición constituyen importantes problemas de salud, ella está relacionada con mayores riesgos de mortalidad y morbilidad.
    En 2018, datos que ilustran el problema, el sobrepeso afectaba a 40,1 millones de niños menores de cinco años (el 5,9 por ciento del total), en tanto en 2016 se calculó que 131 millones de infantes entre cinco y nueve años, 207 millones de adolescentes y dos mil millones de adultos padecían sobrepeso.
    Por si fuera poco, casi un tercio de los adolescentes y adultos con sobrepeso y el 44 por ciento de los infantes entre cinco y nueve años con igual diagnóstico eran obesos el año pasado.
    Entre factores subyacentes que provocan la llamada ‘pandemia mundial de la obesidad’ o la ‘globalización de la obesidad’, el informe de los organismos de ONU cita que en todo el mundo, la mayoría de niños en edad escolar no come frutas ni hortalizas suficientes, consume habitualmente comida rápida y refrescos gasificados y no practica actividades físicas diariamente. Para hacer frente a todas las formas de malnutrición, según el texto, serán necesarias ‘medidas multisectoriales audaces’, salud, alimentación, educación, protección social, planificación y políticas económicas, y precisa la importancia de transformar los entornos alimentarios para asegurar alimentos nutritivos más accesibles y asequibles.
    El costo más alto de los alimentos nutritivos, y por ende su sustitución por otros más baratos, pero con un alto contenido de grasas y azúcar, además de la presión de vivir con incertidumbre en el acceso a los productos y las adaptaciones fisiológicas a las restricciones de los mismos, explican el vínculo entre la inseguridad alimentaria, el sobrepeso y la obesidad.
    El informe apela a medidas para salvaguardar la seguridad alimentaria y la nutrición por medio de políticas económicas y sociales para contrarrestar los efectos de las desaceleraciones y los debilitamientos de la economía.
    Cita entre ellas garantizar fondos para redes de seguridad social y el acceso universal a la salud y la educación.
    Para todos los casos, menciona la necesidad de políticas a corto y a largo plazo; desde prever respuestas a contingencias, reforzar la capacidad de ahorro de la economía cuando está creciendo, hasta proteger los ingresos y el poder adquisitivo, especialmente de los hogares más afectados con programas de diversa índole que ayuden en la alimentación escolar, así como garantizar el empleo y los servicios sanitarios, entre otros.
    De igual modo apunta a que los sistemas agrícolas y alimentarios protejan la seguridad alimentaria y la nutrición, fomenten un mejor acceso a los productos más nutritivos e incluso velen para que las políticas comerciales contribuyan a ese propósito. arb/smp

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