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    La inseguridad sube de tono y provoca reunión urgente del presidente y el primer ministro haitianos

    Por Patrick Prézeau Stephenson

    Puerto Príncipe, Rezo Nòdwès.- Esta semana, Haití enfrenta uno de los momentos más tensos de su historia reciente, a medida que la inestabilidad política y la creciente inseguridad alcanzan niveles alarmantes.
    La capital, Puerto Príncipe, está plagada de violencia incontrolada y las bandas armadas están ganando terreno en Solino, donde ahora controlan casi el 80% del barrio.
    El Consejo Presidencial de Transición (CPT) y el Primer Ministro Garry Conille se reunirán este martes 29 de octubre de 2024, en un contexto de aguda crisis política.
    Esta reunión podría determinar el futuro de la gobernanza y la seguridad en Haití, pero persiste la incertidumbre sobre sus resultados y la eficacia de este diálogo de última oportunidad.

    Gobernanza inestable y fragmentada

    El CPT, encargado de dirigir esta transición, está sumido en luchas de poder internas.

    Circulan rumores sobre una posible reorganización ministerial, apoyados por algunos presidentes asesores del CPT. Sin embargo, el Primer Ministro Ministro Conille niega firmemente que haya aprobado esta idea.

    Esta reorganización, incluso hipotética, exacerba las tensiones y revela divisiones dentro del aparato estatal.

    Representantes de diferentes sectores, que inicialmente apoyaron al gobierno de transición, hoy no están de acuerdo con varias políticas, mientras paradójicamente buscan aumentar su influencia a través de nombramientos y contratos.

    Esta inestabilidad revela las profundas fallas de la gobernanza actual: un sistema donde los intereses personales a menudo parecen prevalecer sobre las prioridades nacionales.

    Según fuentes bien informadas, un sector incluso pidió la dimisión de su ministro y exigió la firma de más de 200 contratos para familiares, poniendo de relieve una cultura de favoritismo y clientelismo que corrompe las instituciones. Las decisiones que se tomen esta semana, ya sea una reorganización o una renovación de alianzas, desempeñarán un papel crucial en la capacidad del Estado para traer estabilidad y restaurar el orden en la capital.

    Solino: Símbolo de una Capital de Fuego y Sangre

    La situación de seguridad es particularmente crítica en Solino, donde las bandas terroristas controlan actualmente el 80% del territorio.

    Este barrio, que alguna vez fue un centro de vida social y económica, hoy se ha convertido en un símbolo del deterioro de la seguridad.

    La violencia está afectando no sólo a Solino, sino también a otras zonas de la capital, ensombreciendo la eficacia de las autoridades y su capacidad para restaurar una apariencia de normalidad.

    Las pandillas actúan con impunidad, con armas pesadas y sofisticados medios de comunicación, desafiando la autoridad estatal y sembrando el terror entre los residentes.

    La progresión de las pandillas en Puerto Príncipe pone de relieve los límites de la intervención policial y la ausencia de una estrategia global para contener a estos grupos armados.

    Falta de una reacción

    Cada día que pasa, la falta de una reacción concreta por parte de las autoridades refuerza el sentimiento de abandono entre la población.

    Si el gobierno no logra recuperar el control de los barrios ocupados, esta inseguridad pronto podría amenazar el corazón mismo de la administración estatal.

    Apoyo frágil y cambiante

    A pesar de estas tensiones, varios sectores clave del país apoyan al primer ministro Garry Conille, incluidos aquellos con quienes recientemente tuvo diferencias. Esta alianza temporal podría reflejar el deseo de salvar lo que aún se puede salvar dentro del gobierno de transición.

    Sin embargo, cabe señalar que este apoyo suele ser condicional y algunos actores políticos pueden retirarlo en la primera oportunidad si no se satisfacen sus intereses.

    Esta fragilidad de las alianzas políticas demuestra una vez más la dificultad de construir un gobierno de transición estable en un contexto donde cada sector y cada actor político persigue sus propios objetivos.
    La lealtad al proyecto de transición parece dar paso a cálculos de intereses individuales, poniendo en peligro cualquier posibilidad de reforma estructural y restauración de la seguridad.

    Interés personal en detrimento del interés nacional

    En este complejo contexto, es cada vez más obvio que los intereses personales de los líderes priman sobre el interés colectivo.

    La clase política haitiana, en lugar de buscar soluciones concretas para combatir la inseguridad y restaurar la confianza pública, se está dejando arrastrar a juegos de poder egoístas.

    Esta dinámica alimenta una espiral de desilusión dentro de la población, que ve a sus líderes incapaces de trascender sus rivalidades por el bien común.

    Las incesantes demandas de contratos, nombramientos y otros privilegios, incluso en medio de la crisis actual, ilustran esta sed insaciable de beneficio personal.
    Lo que podría ser una oportunidad de renovación para Haití se convierte así en un nuevo escenario de rivalidades estériles.
    La población, por su parte, observa con amargura los conflictos internos y los compromisos que socavan cualquier esperanza de una reforma duradera.

    Un futuro incierto

    El futuro de Haití depende de las decisiones que se tomen esta semana.

    El encuentro entre el CPT y Garry Conille representa un momento clave: el comienzo de una reconstrucción de la autoridad pública o una profundización del caos.

    Si se decide la reorganización, ésta debe ir acompañada de garantías sólidas para evitar que esta crisis política conduzca a una inestabilidad prolongada.

    El pueblo haitiano merece algo mejor que las disputas partidistas y los compromisos dudosos.

    En un contexto en el que la seguridad nacional está amenazada, los líderes deben reenfocarse imperativamente en prioridades urgentes: restaurar la seguridad, estabilizar las instituciones y ofrecer una perspectiva de futuro a la nación.

    En conclusión, la semana podría marcar un punto de inflexión decisivo para Haití, ya sea que se trate de restablecer el orden público o de confirmar la debilidad crónica de las instituciones.
    El desafío sigue siendo inmenso, pero la presión popular y la creciente inseguridad bien podrían obligar a los líderes a actuar en interés del país.

     

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