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    En Tamayo inventamos el chupacabras

    Según Unamuno, en los pueblos hay una  historia tradicional, interna, siempre marginal, la intrahistoria, que sustenta la gran historia, la oficial.

    Esta anécdota es parte de la rica cultura oral tradicional de Tamayo, de su intrahistoria, comunidad cuya historia se sumerge en una mitología ancestral. A ese mundo pertenece el legendario animal con cuerpo de varios animales.

    En los años cincuenta, un día nos sorprendieron en la escuela primaria con una noticia que nos arrancó de las aulas: había aparecido muerto un fabuloso animal de fachas extrañas. Estaba tirado en un recodo del camino que une a Tamayo con Vicente Noble.

    Nos despacharon para que pudiéramos contemplar el insólito animal. Ahí se dio cita la ingenua  muchachada plena de algarabía y curiosidad. Su natural desenfado era un disfraz para el temor que albergaba. Le aterraba pensar en el desconocido animal.

    Con cierta aprensión ante la maléfica novedad, toda la escuela y gran parte de la comunidad se congregaron alrededor de la criatura como en una sesión de anatomía forense. Estuvimos un largo rato curioseando y comentando.

    El animal era irreconocible. No era grande; su tamaño era, más o menos, el de una cabra adulta. Pero, la inquietante sorpresa vino del hecho que su cuerpo reunía partes de diferentes animales. Tenía cabeza de chivo, pezuña de vaca, hocico de cerdo, testículos de caballo o burro, rodilla de perro y panza aventada como de elefante…

    Si hoy me preguntaran si ese imaginario animal era real, a pies juntillas diría que sí. Se ve lo que se cree. Era una realidad inducida, creada, por nuestras supersticiosas creencias.

    Todos vimos ese zoo Frankenstein y comprobamos que su cuerpo estaba formado de partes de diferentes animales. Mas hoy no estoy seguro de aquellas creencias. Con el tiempo supimos que existían los chupacabras. Pero en aquel momento no teníamos ideas de ese engendro de naturaleza extraterrestre.

    En Tamayo lo descubrimos, inventamos ese mito moderno, mucho antes de su aparición en la década del noventa en Puerto Rico, México y Estados Unidos en la década del noventa del pasado siglo.

    En el país tenemos folclor para propagar por el mundo, solo falta atrevernos.

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