Por Riamni Méndez
Tamayo.- Cada domingo y cada jueves decenas de vendedores y vendedoras de campos dominicanos, de los antiguos bateyes y también de Haití, acuden al mercado de #Tamayo en Bahoruco.
Cada domingo y cada jueves haitianos y dominicanos conviven y dos lenguas se encuentran entre comercio y gestos de solidaridad, serenos, silenciosos, lejos de discursos grandilocuentes.

Una lección importante: construir confianza y ser generosas vale más que la ganancia inmediata y que todo el oro del mundo.
Este domingo fui a comprar ropa usada y vi un cubrecama que me encantó, pero no andaba con dinero suficiente. Entonces una amiga de mi familia le dice a la vendedora (a quien no conozco) que estaba muy caro. La vendedora me mira de reojo y comenta, con su acento de creole: «¡Qué hable! ¿Ella no tiene boca? ¡Qué ofrezca!».
https://www.youtube.com/watch?v=urOvXZOHitc
Me quedo en silencio, pensando: «¿Cuál será el precio justo? Mejor voy a mi casa y busco el dinero y ya, quizás no se venda tan rápido».
Pero la amiga de mi familia pone un precio a la baja y la vendedora acepta. Luego la vendedora mira cada detalle de mi cara y reconoce el reflejo de mi mamá en mi rostro, y con una carcajada dice: «¡Pero si eres la hija de María, ¿esa no es la hija de María?» Alguien le dice que sí, que así es.
Así que la vendedora ordena que me lleve el cubrecama y lo pague cuando quiera o pueda, porque la casa de María es también «su casa».
Sonrío y agradezco que puedo llevarme el único cubrecama que queda del modelo que me gusta. Y todo gracias a una de las amistades/relaciones comerciales que mi mamá, también comerciante, ha construido durante años de regateos, rebajas, vasos de agua, platos de comida que se llevan y se traen, y quizás cierta conciencia de que todas y todos somos gente de clase trabajadora que debe apoyarse entre sí. Nosotras nos entendemos.