Por Ephraim Alburquerque
La patria tiene símbolos que no son meros ornamentos, sino pilares que sostienen la memoria, la identidad y la dignidad de un pueblo.
El Himno Nacional Dominicano es uno de ellos. Cada estrofa, cada nota y cada palabra fueron escritas para inmortalizar el sacrificio, el valor y la libertad alcanzada por sangre y convicción. Es, en esencia, la voz de una nación que supo morir antes que vivir de rodillas.
Por eso, lo ocurrido recientemente —donde sectores de la comunidad LGTB+ modificaron públicamente la letra del Himno Nacional para adaptarlo a su visión ideológica— no puede ser visto como una simple expresión artística ni como un acto de libertad de expresión, sino como una falta de respeto a la historia dominicana y a la solemnidad de nuestros símbolos patrios.
Libertad no es libertinaje
En democracia todos tienen derecho a expresarse, a organizarse, a vivir conforme a sus convicciones. Pero esa libertad no otorga licencia para manipular los elementos que pertenecen a toda la nación. El Himno Nacional no es una propiedad privada, ni una plataforma para agendas particulares, sean políticas, religiosas, ideológicas o sexuales.
Cambiarle la letra, alterar su mensaje o instrumentalizarlo con fines de activismo no solo distorsiona su propósito, sino que abre una brecha peligrosa hacia la relativización de lo sagrado en la vida republicana.
¿Qué viene después?
Hoy es el himno. ¿Mañana será la bandera pintada de colores? ¿El escudo reinterpretado para representar identidades ajenas al propósito fundacional de la República? Cuando se normaliza la apropiación ideológica de los símbolos patrios, se debilita el sentido de unidad nacional, y con ello, se fragmenta el alma del país.
El respeto es mutuo, o no es respeto
El reclamo de la comunidad LGTB+ por inclusión y dignidad debe ser escuchado —como el de cualquier ciudadano o sector marginado—, pero ese reclamo pierde autoridad moral cuando se impone por la vía de la provocación simbólica. El respeto que se exige, debe también mostrarse hacia lo que une a todos los dominicanos sin distinción: su himno, su bandera, su historia.
Una respuesta serena pero firme
El Estado dominicano, las instituciones educativas, las Fuerzas Armadas, la Iglesia y la sociedad civil tienen el deber de reafirmar el carácter inviolable del Himno Nacional. Si se permite que cada grupo lo modifique a su antojo, se pierde la fuerza del símbolo y se trivializa su sentido. Lo que hoy es una versión adaptada, mañana podría ser una burla, y con el tiempo, una desaparición de la memoria patriótica.
La inclusión nunca debe construirse sobre la irreverencia. La diversidad no justifica la distorsión. Y la libertad de unos no puede pisotear la herencia de todos.
En nombre del respeto, del civismo y del patriotismo: el Himno no se toca