Por Francisco de los Santos
La República Dominicana celebra una cifra récord de visitantes, pero la prosperidad prometida sigue siendo una ilusión para la mayoría de sus ciudadanos.
¿A quién sirve realmente el «milagro» turístico?
El anuncio del ministro de Turismo, David Collado, de que la República Dominicana ha recibido una cifra histórica de 10.2 millones de turistas hasta el 30 de noviembre, ha sido recibido con bombos y platillos por el establishment y los medios de comunicación afines. Se nos presenta este hito como la prueba irrefutable del éxito de la gestión y la locomotora de la economía nacional.
Sin embargo, detrás de la brillante estadística y la sonrisa institucional, se esconde una realidad lacerante: este supuesto «milagro turístico» es un castillo de naipes que beneficia exclusivamente a una élite, mientras que la inmensa mayoría del pueblo dominicano observa, con frustración, cómo los millones de dólares generados pasan de largo sin tocar sus bolsillos.
La Cifra que No Llega a la Mesa
El sentido común y la experiencia cotidiana de la gente de a pie desmienten la narrativa oficial.
Si 10.2 millones de visitantes hubieran inyectado una prosperidad real en el sistema, hoy deberíamos ver:
Una disminución tangible de la pobreza.
Mejores salarios en todos los sectores.
Una mejora sustancial en los servicios públicos (educación, salud, infraestructura), financiados por una robusta base impositiva que refleje esta actividad millonaria.
Pero la cruda verdad es que la economía del pueblo sigue estancada. Los precios de la canasta básica se disparan, la desigualdad se profundiza y la lucha diaria por la supervivencia no ha mermado.
¿A dónde va, entonces, la vasta riqueza producida por este flujo constante de visitantes?
El Bolsillo Lleno de Pocos
La respuesta es simple y brutal: la gran tajada del pastel turístico es engullida por los altos empresarios hoteleros, en su mayoría capitales extranjeros y sus socios locales, quienes han logrado construir un modelo de «todo incluido» que es, en esencia, un sistema de vasos comunicantes rotos.
Este modelo garantiza que el turista arribe, permanezca, consuma y se marche con la mayor parte de su gasto concentrado dentro de los muros de los grandes resorts.
Contratación de personal por salarios de miseria, mientras las tarifas de las habitaciones se cotizan en divisas.
Importación de insumos (alimentos, bebidas, materiales) para satisfacer el estándar del turista, dejando de lado al productor local.
Exenciones y tratos fiscales preferenciales que minimizan el aporte de estos gigantes a las arcas del Estado.
En resumidas cuentas, el ministro Collado celebra el éxito de la ocupación hotelera, no el éxito de la economía dominicana. Está anunciando un récord de transferencia de riqueza de los bolsillos de los turistas a las cuentas bancarias de los consorcios internacionales, y una ínfima parte de esto se filtra hacia el trabajador local.
El Reto de la Reflexión
Es hora de quitarle el velo al espejismo. La estadística de 10.2 millones es, en este contexto, un mero dato cosmético que sirve para validar a la clase gobernante y tranquilizar a los inversionistas.
Mientras el Gobierno no impulse políticas que exijan una mayor integración de la cadena de valor local (compras a Pymes y agricultores nacionales), salarios dignos y una tributación justa a los mega-hoteles, el turismo seguirá siendo una «prosperidad de fachada»: una foto bonita para el extranjero, y un puñal clavado en la esperanza de desarrollo equitativo para el pueblo.
La pregunta clave es: ¿Estamos construyendo un país para los hoteleros, o un país para los dominicanos? El récord es histórico, pero el impacto social es, lamentablemente, históricamente desigual, pero si seguimos a los Salarios del sector aqui tenemos unos pequeños detalles.
Si quieren varios
ejemplos, después del punto sobre «Contratación de personal por salarios de miseria»:
> El contraste es escandaloso: mientras se reportan ingresos multimillonarios, los trabajadores de primera línea del sector, como camareros y personal de limpieza en hoteles «todo incluido», suelen depender de salarios base que, según el Comité Nacional de Salarios, apenas rondan los RD$14,000 a RD$16,000 mensuales (aproximadamente $250 USD) para la mayoría de las empresas grandes, obligándolos a depender de las propinas para alcanzar un mínimo vital. El turismo es de récord, pero la paga es de miseria


