Por Ángela Guerrero
El presidente Abinader dijo en Guyana que defiende la biodiversidad porque constituye la base de la seguridad alimentaria, la salud y el bienestar económico de los pueblos.
Dijo que República Dominicana, como Estado Insular en Desarrollo, asumió el compromiso del Marco Global de Biodiversidad y lo integró a su “Estrategia Nacional para la Conservación y Uso Sostenible de los ecosistemas” con el objetivo de lograr la protección del 30% del territorio en 2030.
Estamos de acuerdo, pero ese país solo existe en el discurso, porque nuestra realidad es devastadora.
Proyectos como el detenido por la Procuraduria de Medio Ambiente, en Las Terrenas: The Reef y en Uvero Alto, el hotel Sirenis del complejo Matute, sometido por el SENPA, no pueden ser parte de una estrategia de conservación, sino de destrucción.
Destrucción de manglares, desvío de arroyos, relleno de humedales, destrucción de nidos de tortugas marinas y otra fauna playera por maquinaria pesada, bajo la excusa de recoger sargazo.
En Bayahibe también otro grupo hotelero ha destruido parte de los manglares del Monumento Natural Manglares de Bayahibe.
Tampoco es conservación el relleno de los Humedales del Ozama para venderlos como solares.
Tampoco lo es la autorización del corte de 901 árboles de 26 especies diferentes en el Centro Olímpico, 325 de ellos superan los 10 centímetros de diámetro, es decir son los de tronco más grande y con madera aprovechable. Y en vez de aprovechar para cortar especies introducidas e invasoras como la Gina y el Flamboyán, se cortó caobas y robles nativos de madera valiosa.
Tampoco es sostenible confundir con propaganda a la población para distraer de todas estas denuncias y salir al extranjero a venderse como el defensor de la biodiversidad siendo todo lo contrario.
