Por Fernando de los Santos
Si algo no se le puede negar al ministro de Turismo, David Collado, es su indiscutible habilidad para el marketing y la autopromoción. Desde su llegada al Ministerio en un momento crítico (agosto de 2020) ha logrado que el mundo y, más importante, la prensa local, solo hable de cifras récord.
El país ha recibido cerca de 32 millones de visitantes entre agosto de 2020 y julio de 2023, y se proyecta romper la barrera de los 10 millones de visitantes en 2025, según datos oficiales del mismo Ministerio de Turismo (Mitur). Estas cifras son la medalla de oro del ministro, y él se ha encargado de colgarla bien alto.
Ha conseguido reposicionar la marca país tras la pandemia y las crisis de seguridad, con una inversión millonaria en promoción a un valor de más de RD$1,541 millones destinados al exterior en un período reciente y ha logrado atraer miles de millones de dólares en inversión, como los US$ 6,750 millones pactados en FITUR 2025.
El Personaje Público: Entre la Celebración y la Proyección
La estrategia de David Collado parece estar magistralmente diseñada no solo para impulsar el turismo, sino para proyectar su figura política.
Cada récord, cada reconocimiento internacional (como el de «Ministro de Las Américas» por ONU-Turismo), se convierte en una rueda de prensa donde él es el rostro central.
El mensaje es simple y efectivo: David Collado es sinónimo de éxito turístico innegable.
Esto funciona porque el dominicano promedio ve los récords, pero ignora la letra pequeña de la gestión.
La pregunta que se silencia: ¿Este crecimiento sin precedentes se está traduciendo en una mejora real y sostenible de la calidad del destino y de vida de los dominicanos que viven del turismo? La respuesta, según las evidencias en el terreno, es un rotundo «más de lo mismo».
Las Cifras que el Mitur no las puedo negar, pero prefiere omitir. Aquí es donde las luces de la celebración se apagan y aparecen las sombras de la falta de control y regulación.
Detrás de la cortina de los millones de visitantes, persisten graves fallas en la gestión que impactan directamente a la ciudadanía y a la imagen del destino:
Crecimiento sin ordenamiento territorial: A pesar de los anuncios, los planes de ordenamiento territorial para zonas como Bávaro-Punta Cana o Bayahíbe siguen siendo promesas incumplidas o con avances lentos. Esto permite una construcción desmedida y la saturación de las playas y recursos naturales. El turismo ha crecido, pero el control urbanístico no.
Falta de Regulación en servicios turísticos: La ausencia de controles efectivos ha permitido que el sector crezca de forma caótica en ciertas áreas. Esto se traduce en:
Precios abusivos en tiquetes aéreos: El costo de los vuelos hacia RD ha sido una queja constante, con precios que han llegado hasta los US$1,200 por persona en rutas clave, frenando la llegada de turistas de mercados vitales. Aunque se impulsó la aerolínea Arajet, el problema persiste en muchas rutas.
Inseguridad y descuido de la oferta complementaria: A pesar de las inversiones anunciadas en la Policía Turística (Politur) las denuncias de inseguridad vial y las deficiencias en la conectividad interna (infraestructura) siguen siendo puntos débiles que nos hacen menos competitivos frente a destinos como México o Colombia.
Desaceleración del crecimiento (la alarma de 2025): Si bien Collado ha roto récords, las estadísticas recientes muestran una desaceleración preocupante. Los datos de enero-agosto de 2025 registran un incremento de solo 2.8%, uno de los más bajos desde 2019. Esto indica que el modelo de «crecimiento a toda costa» está perdiendo impulso, y es el mercado sudamericano (Argentina y Colombia) el que está sosteniendo las cifras ante la caída en los mercados tradicionales como EE. UU. y Canadá. Esta dependencia de mercados más volátiles es una señal de fragilidad.
La Conclusión para el ciudadano
David Collado es un genio del marketing que supo capitalizar la reapertura post-pandemia con una estrategia agresiva y visible. Pero el éxito de su figura política se construye sobre una gestión que es, en esencia, «más de lo mismo»: Grandes números de llegada, pero poca profundidad en la gestión territorial, social y ambiental.
Mientras el ministro sigue batiendo récords y recibiendo premios, el país sigue esperando la regulación efectiva que proteja sus playas, ordene su territorio y garantice que el valor agregado de USD 15,562 millones que genera el turismo se traduzca en bienestar sostenible y no solo en más cemento y congestión.
La marca país brilla, sí, pero la infraestructura y los controles internos amenazan con opacar el diamante que tanto hemos mercadeado.
