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    Clodomiro Moquete: «El movimiento cívico Plaza de la Bandera fracasó»

    Por Clodomiro Moquete
    santo Domingo.- Muy bien se ha decidido cuando se decidió que la protesta en la Plaza de la Bandera llegaba a su fin in situ. La contundencia de la protesta ha sido el anonimato y su estallido. Es un movimiento cívico nacional que ha de ser inscrito con el mismito beso de 1961 y 1962 del inmenso y extraordinario Viriato Fiallo, un líder dominicano del tamaño de Dios.
    El país ha sido estremecido en los últimos 60 años por tres movimientos cívicos, como tres temblores de la Isla. El primero fue la Unión Cívica Nacional (UCN), que surgió tras la caída del asesino Rafael Leonidas Trujillo. La Unión Cívica Nacional fue fundada, organizada y dirigida por Viriato Fiallo. Todavía no se ha escrito la historia de la Unión Cívica ni la de Viriato Fiallo. El segundo movimiento de gran dimensión en la historia política dominicana fue la Marcha Verde, en 2017, que está dañada y desaparecida pero permanece viva y late en la conciencia de la gente. La Marcha Verde fue penetrada, maleada y tomada por la socialdemocracia. El tercer movimiento es este que tiembla todavía como un terremoto con epicentro en la Plaza de la Bandera y que abandonó todo límite.
    La gran hazaña de Viriato Fiallo y la Unión Cívica fue, ha sido y es enfrentar al sátrapa Rafael Trujillo y el antitrujillismo fue el norte que lo sedujo. Se ha dicho desde esos años de la década de los sesenta que Viriato cometió un error fatídico al cambiar a la Unión Cívica de movimiento cívico a partido para lograr el poder político y dirigir el Estado. Está pendiente la dilucidación de ese tema en un debate de la historia. Viriato, al inscribir a la Unión Cívica como un partido político ante el tribunal electoral de ese año, 1962, para participar en las elecciones presidenciales, asumió el riesgo de enfrentarse a otros dos partidos políticos poderosos del momento, el Partido Revolucionario Dominicano, PRD, liderado por Juan Bosch, y el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, cuyo líder era Manuel Aurelio Tavárez Justo.
    En esas elecciones convocadas para el 20 de diciembre de 1962 el gran favorito para ganar era Viriato Fiallo, de la UCN, pero participaba un lince político llamado Juan Bosch, por el PRD. Bosch logró el favor del trujillismo, que en el país era una fuerza poderosísima con arraigo en las fuerzas armadas y en sectores conservadores de gran influencia como en el campesinado. Bosch venía de participar y manejar prácticas de partidos políticos en países como Venezuela y el avezado Rómulo Betancourt, o Costa Rica, donde gobernaba Francisco José Orlich Bolmarcich.
    Para Bosch una alianza electoral con los trujillistas no significaba entonces agravio moral. Viriato Fiallo simbolizaba una pasión inconmensurable del momento, de un valor extraordinario para el futuro del país, como era el antitrujillismo. Los sectores más sanos tenían como anhelo erradicar el trujillismo y Viriato era el llamado para dirigir ese proceso. En cambio Viriato fue señalado entonces y después de representar a la oligarquía, que sin embargo no dejaba de ser un estamento trujillista. Juan Bosch ganó las elecciones de ese año de 1962 y la Unión Cívica Nacional se adscribió a una oposición equivocada contra Bosch y el nuevo gobierno, con la pobre consigna del anticomunismo.
    Juan Bosch nunca elaboró una posición contra el trujillismo y el trujillismo se convirtió en su principal adversario. Desde 1962 pensadores del país plantearon la necesidad de enfrentar el trujillismo en la estructura sociopolítica de la nación. En cambio un despreciable trujillista asumió las riendas políticas del país en 1966, como fue el nefasto Joaquín Balaguer, hasta cuando el perverso Leonel Fernández forjó alianza con Balaguer y se abrazó a la escoria trujillista que es Vincho Castillo.
    Aquí tengo que retomar el Movimiento Cívico Plaza de la Bandera, un sacudimiento telúrico que está siendo sepultado sin pena ni gloria. Este movimiento fue un abrazo ecuménico, alcanzó a todas las clases sociales pero no pudo despojarse de la convicción pacifista ni desatarse del propósito electorero. Ni por pienso alcanzó vocación de poder. Dominaron los popis. ¡Cuánta pobreza! No fue incentivado el liderazgo en un ambiente tan a propósito para izar la acción de un sinnúmero de muchachas y muchachos que estaban allí preparados para levantarse. No se necesitaba un concierto como la inutilidad del mal llamado “Trabucazo” para idealizar la limpieza del voto, cuando la ansiedad política del país lo que necesita son los cojones de Ramón Matías Mella.
    El Movimiento Cívico Plaza de la Bandera no alcanzó ningún objetivo. Se diluyó y nada más. Que la alicaída Junta Central Electoral se comprometiera a celebrar elecciones limpias no podía ser un propósito. Y la Junta ni se comprometió. Nadie puede pretender que haya elecciones limpias en el país. El levantamiento no fue para eso.

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