ASÍ LO VEO YO: La Cumbre de las Américas se fue a pique

Por Ephraim   Alburquerque
La reciente decisión del gobierno de la República Dominicana de posponer la celebración de la Cumbre de las Américas, prevista para diciembre de 2025 en Punta Cana, ha despertado diversas reacciones dentro y fuera del país. El anuncio indica que el evento se reprogramará para 2026, alegando razones de prudencia diplomática y la necesidad de crear un entorno más favorable para el diálogo entre los países del hemisferio.
Contexto y razones
El Ministerio de Relaciones Exteriores explicó que, tras un cuidadoso análisis de la situación regional, se consideró que las tensiones políticas y las divergencias entre algunos gobiernos dificultaban un encuentro verdaderamente productivo. A ello se suman los efectos recientes de fenómenos climáticos en el Caribe, así como la intención de dar espacio a nuevos gobiernos que surjan de procesos electorales próximos en la región.
También se destacó que la decisión fue tomada en consulta con socios hemisféricos y con el respaldo de los Estados Unidos, lo que refuerza la idea de que se trata de un aplazamiento estratégico más que de una cancelación.
Lecturas posibles
La medida puede interpretarse desde dos ángulos: uno prudente y otro preocupante.
Por un lado, la prudencia. Postergar la cumbre es un reconocimiento de que el clima político actual no favorece el consenso. Es mejor esperar que celebrar un evento cargado de tensiones, declaraciones vacías o choques diplomáticos. Además, el tiempo adicional puede aprovecharse para fortalecer la agenda, mejorar la coordinación y asegurar que el encuentro produzca resultados reales.
Por otro lado, la preocupación. Retrasar una cita de tal magnitud puede proyectar una imagen de debilidad o falta de liderazgo regional. Algunos observadores podrían pensar que el país no logró reunir las condiciones necesarias para sostener un foro de alto nivel. La falta de una fecha concreta también podría generar incertidumbre y diluir el interés de los participantes.
Implicaciones para RD
Asumir la organización de una Cumbre de las Américas no es tarea menor. Implica coordinar la logística, garantizar la seguridad y, sobre todo, servir como mediador imparcial entre visiones políticas muy diversas. El aplazamiento, por tanto, amplía tanto la responsabilidad como las expectativas.
Aun así, la República Dominicana tiene ante sí una oportunidad de oro. Puede usar este tiempo para consolidar su papel como puente entre América Latina, el Caribe y América del Norte, y demostrar que su liderazgo regional se basa en el diálogo, la inclusión y el respeto mutuo. Si logra construir una agenda renovada, centrada en los grandes retos comunes —como la migración, el cambio climático y la cooperación económica—, el país saldrá fortalecido ante los ojos del continente.
El desafío, sin embargo, es mantener la credibilidad. Si la postergación se prolonga o se percibe como falta de dirección, el país podría perder parte del prestigio ganado al haber sido elegido como sede.
Reflexión final
Posponer la Cumbre de las Américas no es una derrota; puede ser una decisión sabia si el propósito es garantizar una cita más útil y menos formalista. En tiempos de polarización y desencuentros, detenerse para reflexionar y reconstruir el consenso puede ser un acto de madurez política.
República Dominicana tiene ahora la oportunidad de convertir esta pausa en una ventaja. Si logra ofrecer, en 2026, un encuentro con resultados tangibles y una visión verdaderamente hemisférica, habrá demostrado que la diplomacia no siempre se mide por la rapidez, sino por la calidad del diálogo y los frutos que deja.
En última instancia, el éxito de esta decisión dependerá de que el país convierta la espera en preparación, la prudencia en liderazgo, y el aplazamiento en un símbolo de compromiso con el futuro de las Américas