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    Releyendo la historia

    Por Manuel Matos Moquete
    ¡Qué tonto fui! Nací manso y me volví arisco al comprobar que las historias que los abuelos me contaban eran verdades sospechosas y que las verdades que se escribían y se leían en los libros y la prensa del pasado eran humos y consejas.
    Y así, años después, releyendo la historia con cabeza propia, y un poco reescribiéndola, supe que el régimen de Trujillo, en el que viví diecisiete añitos engatusado, no era ni tan honorable, de orden, progreso y paz, ni tan amigo de los campesinos y los hombres de trabajo, ni tan enemigo de los ricos, la Iglesia y los yanquis, pero ciertamente más tiránico y horroroso que lo que me contaban.
    Pero, finalmente, no tan celestial y poderoso, pues, pudo ser derribado de un pistoletazo .
    Supe también que los políticos que sucedieron a Trujillo hasta hoy, no han sido ni tan antitrujillistas, ni tan amigos del estado de derecho, ni tan democráticos y antiautoritarios, ni tan progresistas y propiciadores de la riqueza de los ricos, ni tan retrógrados y culpables de la miseria de los pobres, ni tan corruptos ni tan decentes y honorables, pero ciertamente demagógicos y fraudulentos en la oposición como en el poder.
    Y he sabido, pero no de una vez, a lo largo de un tiempo que llegó hasta mi vejez, que mi país hoy no es ni tan menos pobre ni tan más rico, no es ni tan de Duarte, Sánchez y Mella. Ni tan de Dios, Patria y Libertad.
    Y que no es tan distinto de otros países que se encuentran “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.”.
    Y finalmente aprendí que, siendo indulgente, más de la mitad de las cosas que yo creía que eran, no son.
    Y que la vieja historia estaba hecha de mucha cáscara y pocas nueces.

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