Santo Domingo.- Son constantes las amenazas a los activistas afrodominicanos en República Dominicana, según resalta el influyente periódico español El País en un reportaje de una de sus reporteras radicada en la capital colombiana, Bogotá.
Defender los derechos humanos es un trabajo arriesgado en la isla, escribió la periodista Noor Mahtani. «Sin medidas de protección del Estado, los activistas lamentan sentirse solos: “Nos cuidamos entre nosotros”.
El texto íntegro
Bogotá – 28 SEPT 2024 – A Maribel Núñez le atizaron en la cara con un bolso repleto de piedras y encontró fósforos en su cabello tras una manifestación. A Ramón Veras lo llamaron para decirle que lo iban a fusilar “por prohaitiano”. A Jonathan de Óleo lo amenazaron con matarlo si seguía hablando de la herencia africana en los platos típicos dominicanos. Y David Florez casi no puede proyectar el documental Kiskey’art tour -sobre los lazos con Haití- en la casa de la cultura que regenta porque un cuerpo de 50 policías llegaron a intimidarlos y “recomendar” que no lo visionaran. Las amenazas y los ataques están a la orden del día para todo aquel que defienda los derechos humanos y una mirada antirracista en República Dominicana. “Nos toca cuidarnos entre nosotros, ninguno quiere ser valiente”, dice por teléfono Veras.
El 29 de julio, Veras recibió este mensaje de Facebook de Rafael Ricardo Sánchez Martínez: “Pro-haitiano asqueroso, te vamos a fusilar”. Dos días después, esta misma persona lo llamó por teléfono y le preguntó por su opinión sobre los haitianos. “En mi forma de pensar no cabe ningún tipo de discriminación”, explica el abogado. “Así que le dije lo que pensaba”. La respuesta fue similar a la primera amenaza. Y, a medianoche, volvió a ser increpado: “No pero descuida que si no te fusilamos, te degollamos a ti y tu familia por pro-haitianos. Esos esclavos de francia no son nuestro problema (sic)”. Don Veras, conocido como don Negro Veras, puso una denuncia y Sánchez fue detenido y puesto en libertad tras el pago de la fianza. “Le voy a dar seguimiento para que sirva de escarmiento para otros por ahí”, cuenta.
Este abogado de 80 años, y autor de más de 15.000 artículos periodísticos, es una de las voces más críticas y a la vez respetadas del país. Durante el mandato de Joaquín Balaguer —periodo que se conoce como la dictadura ilustrada— puso a disposición su servicio para atender gratuitamente a los jóvenes que eran acusados de comunistas y sus libros han sido faro para la defensa de los derechos de los migrantes haitianos. Para muchos, que una institución como él recibiera amenazas tan directas fue la gota que derramó el vaso de una larga lista de ataques a activistas. “¿Cómo van a meterse así con don Negro?”, lamenta Núñez. “Eso no le gustó ni siquiera a muchas voces conservadoras”.
Los haitianos han sido discriminados históricamente, explica, pero, según el abogado, hoy la situación se ha agravado más. “Hay sectores antihaitianos presentes en todas las instituciones del Estado. Unos lo manifiestan abiertamente y otros de manera velada”, narra. “Y el tema de Haití gana votos. Porque los políticos mantienen la agitación social de que les quitan espacios a los dominicanos, que las escuelas, que la sanidad… Les sirve para mantener al haitiano como enemigo”.
Gran parte de la campaña del reelegido presidente Luis Abinader se centró precisamente en un discurso antimigratorio y en levantar un muro entre ambos países de la isla y a “multiplicar por diez” las redadas. “El muro no es más que una labor de diversión para tranquilizar a ciertas voces, pero no resuelve nada. Los fenómenos migratorios no se detienen con muros ni violencia. Terminarán el día en que todos los países tengan sistemas sociales que satisfagan los deseos de las personas”, zanja el letrado.
A raíz de la denuncia de don Negro, decenas de voces afrodominicanas alzaron la voz para que estas violencias no pasen desapercibidas. Cuatro activistas decidieron contarle a América Futura su experiencia y su temor ante la “inacción del Gobierno”, que no cuenta con medidas de protección para estos defensores en peligro. Otros dos testimonios han sido escuchados, pero no aparecerán por miedo a las represalias de grupos ultraconservadores como la Antigua Orden Dominicana, acusada de múltiples ataques xenófobos y violentos. Su lema es “el muro eres tú, soy yo”.
La demanda de que el Estado proteja a los activistas no es nueva. Ya en 2016, una decena de organizaciones y entidades defensoras de derechos humanos, como Cejil, Acnur y Wola, emitieron un comunicado conjunto en el que instaban al Estado a salvaguardar la vida y la integridad de quienes defienden los derechos humanos.
“El discurso anti haitiano es histórico”
Jonathan de Óleo vive actualmente en Estados Unidos como becario del Programa para Académicos en riesgos de la Mellon Foundation. Sorprendentemente, los estudios de este investigador que han desatado la furia del sector ultraconservador del país tienen que ver con comida. Parte de sus investigaciones muestran la influencia africana en los platos típicos como el concón (el crujiente de arroz que se queda al final de la olla). “Al dominicano no hay nada que le moleste más que el que le digan que sus raíces no son blancas, sino que somos negros”, cuenta. “También sucede cuando hablo del gagá [un ritmo dominico-haitiano que se toca en Semana Santa]. Me acusan de que quiero fusionar la isla, me llaman rata, prohaitiano… No te puedes ni imaginar los mensajes que recibo. Mencionan a mi familia, me mandan mensajes hasta con el nombre de mi hija y el colegio al que va. Me odian simplemente por hacer ciencia. ¿A quién hago daño?”, se pregunta.
A pesar de que este es el país latinoamericano con mayor población afrodescendiente -cerca del 80%- sólo el 8% de los dominicanos se identifica como tal, según la encuesta Autopercepción Racial y Étnica en la República Dominicana, que entrevistó a 1.309 personas mayores de 18 años, en 2022. La encuesta reveló que los entrevistados se identifican hasta con 27 categorías étnicas raciales, entre ellas indio claro, indio canela, blanco claro y blanco oscuro, moreno claro o “lavaíto”, todas ellas mucho más reivindicadas que la categoría “negro”. “Los dominicanos tratan de evadir la calificación de negro; es indio nariz fina, indio pelo bueno.. Pero nunca negro. Eso aquí es una afrenta”, explica Negro Veras.
Para De Óleo, especialista en temas de negritud, este discurso es “histórico”. “El odio es contra lo negro y lo negro aquí significa Haití”, zanja. En 1822, cuando Haití ya era el primer país libre de esclavitud de América Latina, los haitianos marcharon hacia al este de la isla y, sin oposición, fundaron la República de Haití en La Española, donde gobernaron fusionados durante 22 años, un tiempo que levanta mucho resquemor aún en República Dominicana, que sigue retratando este periodo como unos años de “gran opresión”, aunque historiadores como la dominicana María González Canalda cuentan que es un discurso nacionalista “sin evidencias” documentales.
“No fue una invasión. (…) Las personas salían a saludar a Jean-Pierre Boyer [presidente al mando] porque él traía la abolición de la esclavitud, el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de la población. Y en ese momento no se dispara un tiro, no hay confrontación. Cuando llega a la ciudad capital, le entregan las llaves de la ciudad”, dijo en una entrevista con la BBC. “Sin embargo, se sigue hablando de una ‘invasión’. Y hay una historia no contada que no interesa contar”, dice De Óleo. “Es absurdo negar la negritud, pero la gente lo sigue haciendo”.
“Soy presa domiciliaria”
Para muchos, como Maribel Núñez, la vida cambió desde que se dedicaron al activismo. Ella es una de las caras más visibles del colectivo feminista Acción Afrodominicana. Y defender el antirracismo y el feminismo tiene los ingredientes que más odia la ultraderecha; esa que dejó fósforos en su pelo tras una manifestación y la misma que la ha agredido, perseguido y amenazado decenas de veces. “Yo socializaba mucho, pero aquí la gente me ha hecho saber que hice algo malo, como hablar de la herencia africana. Yo no me siento en la misma libertad de andar con las calles como antes. Tengo miedo de que se concreten las amenazas y me acabe pasando algo malo a mí o a mi familia. Soy presa domiciliaria”, lamenta por teléfono.
Los ataques coinciden con su activismo que comenzó hace más de una década, tras un proceso enorme de desnacionalización de más de 300.000 personas dominico-haitianas en el país. Desde entonces, cuenta, siempre ha estado observada: “Te estamos vigilando siempre”, le dijeron. “Lo que pasa aquí es asfixiante. Es una sociedad en la que no puedes hablar ni hacer una conferencia sobre el activismo afro. Es una sociedad que te quiere muerta y te mata la identidad”, explica. Para Núñez, como para el resto, la única protección es la que se conceden entre los activistas. ”Han querido sembrar un horror en mí como para que me paralice. ¿Yo me pregunto qué es lo que yo he hecho a este país para tantos fascistas me odien? Si sólo defiendo lo que somos y de donde venimos. Somos un pueblo afro irrenediablemente”.