Por J.C. Malone
Dentro de la cabeza del presidente Luis Abinader existe un “problema haitiano”, no un “problema isleño”. Como los dominicanos somos los principales afectados, nosotros debemos buscarle solución.
Sería irresponsable esperar que “otros” resuelvan, nosotros no resolvemos problemas ajenos, ¿por qué otros deben resolver los nuestros?
Francia es la principal responsable de la pobreza haitiana, le arrancó dinero hasta para construir su Torre Eiffel y otras suntuosidades. Cuando los franceses salieron, los estadounidenses siguieron el saqueo.
Haití y nosotros juntos no tenemos poder para obligar a franceses y estadounidenses a pagar sus culpas. Ellos rompieron los platos, nosotros pagamos, injusto, simple, realista.
Abinader apeló a “la comunidad internacional”, y el secretario de Estado, Anthony Blinken, le respondió: “Animamos a las partes a llegar a un acuerdo lo antes posible”.
Cerrar y militarizar la frontera fue tan arrogante y abusivo como el bloqueo estadounidense a Cuba: “si no obedecen, que mueran de hambre”, es inhumano. Los haitianos comen de nosotros, pagan su comida.
Tenemos clientes con dinero y comerciantes con mercancías, pero Abinader “hizo una mala sangre”; ahora un grupo pierde dinero, el otro pasa hambre. El “pique presidencial”, no detuvo la construcción del canal.
El presidente desplegó las tropas, se fue de viaje, el ministro de Defensa anduvo de viaje, nuestro embajador, seis cónsules y personal diplomático, permanecieron en Haití. Muchas incoherencias en poquísimo tiempo, este es un récord.
Debemos defender el interés nacional ante todo, pero negociando racionalmente con Haití, no con politiquería petulante y bravuconería.
Si militarizar la frontera aumentó la popularidad de Abinader, desmilitarizarla la reducirá, lo que te sube te baja. Hay más.
Para los haitianos, Abinader, movilizando tropas sin usarlas, es un “aguajero”, un “perro que ladra y no muerde”, ahora le faltarán el respeto, solo él será responsable.
Siempre lo respetaré, como hombre, como mi presidente; solo los humanos podemos errar, los errores políticos salen caros.
Terminemos las apuestas políticas.
Articulemos una política coherente, sin patrioterismo, “las mayorías” viven equivocadas, y lo demuestran eligiendo siempre los peores gobiernos.