Las personas que padecen este trastorno, generalmente líderes, se sienten capaces de realizar grandes tareas, creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria.
No es una enfermedad como tal, se trata de “una característica de la personalidad y del momento en que una persona está en cierta situación social; es decir, hay personas que en el juego social pueden adquirir o tener mucho poder , y esto los hace adictos a él”.
Desde el punto de vista neurocientífico no hay ninguna evidencia de que pueda existir un cambio fisiológico en dichas personas; sin embargo, la psiquiatría lo aborda.
La palabra Hubris proviene del griego hybris y refiere a la descripción de un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a actuar en contra del sentido común.
Para los antiguos griegos este comportamiento era deshonroso y digno de ser censurado; eso ocurría tanto en la literatura como en la tradición oral.
La presidenta de Argentina Cristina Fernández, el presidente fallecido de Venezuela, Hugo Chávez, así como George W. Bush, Tony Blair, José María Aznar, Arthur Neville Chamberlain, Adolfo Hitler y Margaret Tatcher son algunos de los políticos que padecieron el síndrome de Hubris.
En el libro “En el poder y en la enfermedad: Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”, se considera que el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones, con el narcisismo y con el trastorno bipolar.
Para que la persona pueda “curarse”, simplemente basta con alejarlo del poder para siempre.