Por Alexis Almonte
Santo Domingo.- Aunque no nos afecte directamente, toda tragedia individual nos toca por igual de algún modo y nadie, por tanto, debe estar indiferente o ajeno a cada caso, del que siempre estaremos expuestos.
Para que se entienda mejor lo que quiero decir, transcribiré este pensamiento del poeta inglés John Donne, citado por el Nobel Ernest Hemingway en el prólogo de su celebrada novela “Por quién doblan las campanas ”
“Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la mansión de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre arranca algo de mí, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti…“.
Como de seguro ocurre como muchos de los que tenemos hijas e hijos vulnerables a todos estos infames depredadores que abundan por doquier, el doloroso caso de la adolescente higüeyana Esmeralda Richiez, me afecta hondamente y créanme que en todos estos días he estado pensando y lamentando esta amarga tragedia como si me hubiese tocado directo.
Ya con el hecho consumado, una vez ocurrido algo que jamás debió suceder, todo cuanto pueda decirse podría está de más, pero estas reflexiones están orientadas hacia lo que creo debiéramos hacer como sociedad para reducir en la mayor de las posibilidades casos que, querámoslo o no, seguirán ocurriendo, porque son parte de las debilidades de la condición humana.
Creo que el sistema educativo, sobre todo el Ministerio de Educación, y la sociedad en general debieran ser más vigilantes y cautos ante estos depredadores, enfermos e inmorales que suelen colarse hacia un oficio tan exigente y loable como el del magisterio.
Los padres, especialmente de niños y adolescentes, que son los más sensibles y vulnerables a la lascivia antiética de estos especímenes, deben ser siempre vigilantes a las relaciones de sus hijos con sus profesores, sus segundos padres. Chequear con ojo avizor las condiciones morales y la forma de conducirse de estos que están llamados a protegerlos y cuidarlos y actuar con prontitud y energía ante cualquier desliz, denunciándolos y enfrentándolos con la mayor de las energías.
Otra cosa: la intercomunicación y confianza entre padres e hijos es otro factor de blindaje y protección de nuestros muchachos.
Hay muchas otras propuestas para la protección y blindaje de nuestros muchachos, pero concluyo con esta, que hago extensiva a nuestros legisladores: debe haber leyes más estrictas y especiales para la imposición de penas especialmente duras y ejemplares hacia estos criminales que destruyen la vida y el futuro de niños y adolescentes a los que están obligados a proteger.
Es todo cuanto quiero decir. Vean esto como catarsis y desahogo y como forma de aminorar el peso de mi indignación ante este crimen tan abominable contra la jovencita Esmeralda Richiez.
