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    Villa Mella, entre Congos y el crujir del chicharrón

    Por Miguel Ángel Cid Cid

    La calidad de los chicharrones de Villa Mella es insuperable, si no existieran los que se preparan en varios pueblos del Cibao. La diferencia de uno u otro gravita en que los de Villa Mella se cocinan bajo el influjo de los cueros congueros. Los cibaeños, por el contrario, se saborean a ritmo de merengue y bachata.

    Pero el propósito de este artículo es pincelar algunas informaciones sobre el potencial cultural de Villa Mella. Ya habrá tiempo para continuar viendo el Cibao.

    Villa Mella

    El origen de la localidad se remonta a las devastaciones de Osorio, gobernador de La Española a inicios del siglo XVII. Antes, hasta finales del siglo XIX, Villa Mella perteneció a Monte Plata, luego a San Cristóbal, al Distrito Nacional y en 2001 paso a ser municipio de la provincia Santo Domingo.  El nuevo municipio se declara mediante la Ley No. 163-01 con una población que supera los 320 mil habitantes de los que el 16.8% viven en el área rural. Ocupa un territorio de 408.11 km2 con una densidad aproximada de 800 habitantes por km2.

    El primer nombre dado a la localidad fue Sabana Grande Santa Cruz, más tarde, desde el 1789, se llamó Sabana Grande del Espíritu Santo. El nombre de Villa Mella le viene –en el último cuarto del siglo XIX– en honor al patricio Matías Ramón Mella.

    El chicharrón

    La cultura de la crianza de cerdos tiene en el chicharrón uno de sus principales derivados. Las técnicas de freír chicharrón se cultivan en Santo Domingo Norte, como también llaman a Villa Mella y otras zonas del Cibao. Para mantener la costumbre, Rafael Nina, junto a otros chicharroneros, creo el centro Rescatando Nuestra Cultura: Chicharrón de Villa Mella.

    Los pobladores de diferentes ciudades del país solían viajar a Villa Mella para saborear la delicia del lugar, un trozo de chicharrón acompañado de una cerveza bien fría. Los turistas, en ocasiones, exigían a sus guías llevarlos a probar el mismo manjar.

    El chicharrón se elabora a partir de la panza del cerdo –parte exterior– más reciente suele llamársele panceta o capa. Existen varias recetas o formas de preparar el chicharrón, una consiste en freír la panza en manteca, otros lo preparan al horno, etc. Ahora, la manera tradicional –como se hace en Villa Mella— radica en embarrar con manteca el interior de un caldero, agregar un chin de agua, agrio de naranja y sal.

    Luego se echan las porciones de panceta, el cocinero se mantiene meneando constantemente para evitar que se quemen. La capa va destilando la grasa a fuerza de fuego y el chicharrón se va friendo en su propia manteca.

    Pero, el proceso puede tardar algo más de dos horas. Con el chicharrón en su punto de cocción lo sacan del caldero, antes de que enfríe se le rocía agrio de naranja, exprimiendo las naranjas agrias directamente sobre el chicharrón. Este último paso es para que el cuero quede esponjado. Y listo. En solo minutos usted podrá escuchar el crac, crac, crac mientras vaya mordiendo los trocitos.

    Los Congos

    Los folkloristas, al igual que las voces de la calle le llaman Los Congos de Villa Mella. Pero, en realidad, trata de un espacio cultural centenario denominado Cofradía del Espíritu Santo de los Congos de Villa Mella. Los cofrades se ocupan de organizar las celebraciones de las fiestas de la Virgen del Rosario el 7 de octubre de cada año y, la del Espíritu Santo el domingo de Pentecostés. Realizan, además, los ritos funerales de los difuntos que eran afines a la tradición de los Congos.

    Las características principales que distinguen la Cofradía se centran en el campo de la música, la danza y las festividades populares. En las celebraciones, los músicos ejecutan tambores de cuero llamados congos –atabales— de acuerdo a su cosmovisión estos fueron creados por el Espíritu Santo.

    El Chicharrón, desde el principio de la tradición ceremonial entre 1605 y 1606 está vinculado a la celebración de Los Congos. El nombre de Congos apunta a la religión Kongo en la madre África. Esta religión, a su vez, tiene un lugar sagrado llamado Kalunga; «kalunga es el mar, origen de todo» es ahí donde habitan los espíritus y el propio Dios que es el germen de esos espíritus.

    Kalunga, de igual modo, es el espacio de transición del reino de los vivos al reino de los muertos, la línea divisoria entre la vida y la muerte. El sol, los astros y todo ser vivo cruzan esta línea en ambas direcciones, para morir y para nacer. Ahí se inscriben Los Congos de Villa Mella.

    La tradición mágico-religiosa ha trascendido las fronteras del poblado, las del país y las del continente. La UNESCO, por ejemplo, la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad.

    Los Congos, igual que los chicharrones, podrían constituir una fuente invaluable de generación de recursos humanos, culturales, turísticos y económicos. Recursos que contribuirían a la cohesión social y política. Así que, las autoridades municipales y las del gobierno central tienen tela suficiente para cortar, o mejor, tienen chicharrón para picar. Bastaría con quitarse las anteojeras para ver el paisaje completo mientras caminan en sus gestiones.

    Nota:

    • Para el presente artículo sirvió de fuente bibliográfica, primero, ¡KALUNGA EH! Los Congos de Villa Mella de Carlos Hernández Soto; y, segundo, Temas Actuales Sobre políticas públicas, de desarrollo y resiliencia en República Dominicana de la Fundación Solidaridad.

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