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    Una invasión de estereotipos nos acecha

    El dominio e influencia de EE.UU. sobre los medios y desde los medios de comunicación son casi absolutos en el mundo de hoy. En la televisión la influencia estadounidense se facilita en el hecho de que buena parte de los programas televisivos emitidos en el mundo son producidos en Estados Unidos.

    «Las imágenes de los medios de difusión masiva audiovisuales son máquinas insistentes hechas para que florezcan y triunfen, estúpidos y soberbios, los estereotipos: Figuras mayores –decía Roland Barthes–, de la ideología».1

    Las megatransnacionales culturales cuentan en estos tiempos con incontables medios tecnológicos y grupos de investigación y de mercado, que les permiten lograr productos que se ajustan exactamente a los intereses políticos que persiguen. Trabajan con precisión milimétrica.

    «La mitología de los superhéroes (estilo Capitán América, Batman, Ironman, Black Widow y otros) no surge del trabajo de expertos en conducta infantil de alguna fundación con buenas intenciones. Son todos mensajes culturales que plasman necesidades concretas e históricas del imperialismo, en un momento determinado, tanto en su empresa de pacificación interna, como en su proyecto expansionista».2

    Podemos sumar productos televisivos como los gossip shows, los psicological talk shows, al estilo de Cristina y muchos más, que fomentaron y fomentan industrialmente el morbo, el mal gusto y la estupidez. Se trata de espectáculos degradantes que cuentan con presupuestos millonarios y que inundan el espacio de consumo de América Latina, incluida Cuba.

    El producto cultural estadounidense o sus sucedáneos, científicamente elaborados, nos hacen vivir en una realidad fabricada según los deseos sembrados durante años en nuestro inconsciente, y en esa otra realidad nos creemos cobijados, protegidos, ocupados, “informados”.

    La batalla comienza en la sala de la casa: lo divertido, el glamur, la sensiblería, la acción, el sexo, el brillo, el drama, lo morboso, el ridículo, lo simple, nos llegan desde la pantalla de la televisión, en el momento justo en que nos disponemos a “desconectar”, cuando estamos todos sentados, en familia, compartiendo quizá uno de los pocos espacios de socialización que nos deja la forma de vida actual.

    Son incontables los ejemplos, cientos de series, películas o programas estadounidenses o de tinte latinoamericano, pero hechas por productoras yanquis, con dinero yanqui, al estilo yanqui, para todos los gustos y las edades, especiales para el público “latino”, que son renovados semanalmente desde una memoria flash u otro medio USB.

    A través de esos productos nos inculcan el culto al individualismo, culto que conduce a un abrumador egoísmo que se extiende por el mundo convertido en el “modo de ser moderno”, modelo del hombre del mundo de hoy que pasa de todo, dotado de un pragmatismo narcisista, que siente fobia por la solidaridad; el hombre convertido en máquina de construir “éxitos”, el vencedor realmente vencido.

    1- Ignacio Ramonet. Propagandas silenciosas. Ediciones especiales. Instituto Cubano del Libro, La Habana 2001.

    2- A. Mattelart. La cultura como empresa multinacional. Editorial Galerna, Talcahuano 487, Buenos Aires, 1974.

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