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    De Heráclito al rey Salomón, ousiomorfismo entre impermanencia y durabilidad…

    Por Camille Loty Malebranche

    Llamo ousiomorfismo a la relación de la sustancia (ousia) que determina la naturaleza, el sustrato de los entes (seres, situaciones o cosas) del mundo, con sus formas (morphè) que, en sí mismas, aparecen sólo como su fenomenalidad . Me acerco a la durabilidad de la sustancia y la impermanencia de las formas. La suerte de la permanencia sustrativa como esencia inmutable de las entidades, por un lado, y la removibilidad formal, por el otro, esquema de la metamorfosis ininterrumpida o cíclica de extensiones insustanciales en el tiempo y el espacio. Cabe señalar que es la duración perenne de la sustancia la que permite la identificación de cualquier entidad considerada.

    Elegimos para sustentar nuestro planteamiento, la aparente oposición que esconde la complementariedad de la verdad del mundo a través de la antigua palabra del Eclesiastés: «nada hay nuevo bajo el sol» y su opuesto heracliteano ‘ todo fluye‘ (panta rei) cuya ilustración en Heráclito se expresa con el proverbial: «nunca se baña dos veces en el mismo río». Antes de entrar en el corazón de nuestra exploración analítica, cabe señalar que, al principio, la afirmación heracliteana es bastante imprecisa, porque de hecho, ¡cualquier bañista en el lecho de un arroyo se empapa y se lava ipso facto en una sucesión de ríos! No hay, pues, necesidad de volver por segunda vez para experimentar o incluso comprobar la fugacidad del presente transformado en pasado en el curso de la ola que fluye, que, en el mismo momento en que surge y fluye en el estuario, se agota. en un pasado que lo borra… La ría, el delta, ese lugar físico donde se encuentran el río y el mar, constituye también la ría del tiempo que engulle el ser del momento y su presente,

    Al repasar estos dos aforismos respectivos de Eclesiastés y Heráclito, pertenecientes respectivamente a las dos milenarias sabidurías hebrea y helénica, que iban a impregnar fuertemente la construcción ideal de Occidente, encuentro en ellos un continuo lógico singular que se refiere, no al hilemorfismo aristotélico, siendo hyle demasiado directamente material ya que designa propiamente la materia, sino a lo que yo llamaría la paradoja del “ousiomorfismo”.

    Un usiomorfismo que, en mi opinión, concierne aquí no sólo a los seres naturales sino también y sobre todo a las situaciones sociales. Ya que si las formas, estos procesos y métodos de las cosas humanas y de la acción humana, cambian a lo largo de la historia, su sustancia sigue siendo prácticamente la misma.

    Heráclito nos mantiene en una visión lineal del tiempo, ese que atraviesa todo ser del mundo sensible y que condiciona la historia y las cosas humanas, el tiempo que va y lleva todo, incluso el agua, ese símbolo de la vida orgánica que borra la temporalidad. Sin embargo, cada vez que el bañista vuelve al río, es la misma naturaleza, el mismo compuesto químico del agua el que le dará la bienvenida y demostrará, como exclama el rey judío, que nada ha cambiado bajo el sol. las cosas, al nivel de su esencia invariable, de su invariancia de naturaleza.

    Para continuar nuestra comparación reflexiva de los dos aforismos iniciales, corresponde al Eclesiastés precisar esta verdad evidente de que la sustancia de las especies de entidades, hechos y situaciones del mundo, es invariable y perenne para algunos matices no esenciales. Proclamación, pues, de una permanencia de los hechos y las cosas en su esencia… Por ejemplo, el poder, aunque haya cambiado de forma, sigue siendo el lugar de la dominación del hombre por el hombre, un espacio potencial de manipulación y violencia. Si los emperadores romanos, ejerciendo un poder dictatorial a pesar de la ley en boga en Roma, reinaban por el terror, castigando directamente con la tortura mientras entretenían al pueblo con toda clase de exabruptos populares, como el espectáculo del gladiador, las oligarquías contemporáneas,

    Heráclito, por su parte, nos revela el lado temporal constantemente arrastrado por contextos y coyunturas que imprimen transitoriedad y fuga a cada ser particular sin alternar las especies.

    Eclesiastés y Heráclito, recogidos en un diálogo aforístico, sin descontextualizarlos a nivel lógico, más allá de su respectivo tiempo, espacio y cultura, nos hacen ver así un usiomorfismo hermenéutico del mundo. Usiomorfismo que derivamos de sus dos posiciones, sus dos enunciados proverbiales que nos hablan de la verdad del mundo en los sustratos perennes y sus formas impermanentes…

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